Querido lector:

La sociedad de Castellón no ha sido nunca profusa en manifestar sus inquietudes, reivindicaciones o protestas en la calle. Salvo contadas y excepcionales ocasiones de todos recordadas, cualquier acto lúdico y festivo congrega por lo general a más gente que manifestaciones o concentraciones políticas, sindicales o sociales convocadas por partidos, organizaciones o sindicatos de cualquier color, de izquierda o de derecha. Y en relación a las protestas estudiantiles de ayer miércoles y de las últimas semanas, parece que las nuevas generaciones de jóvenes castellonenses siguen los pasos de sus mayores, ya que de los más de 60.000 estudiantes de secundaria y universitarios existentes en nuestra provincia, apenas unos pocos centenares o miles han salido a la calle. Ayer sin ir más lejos apenas superaran el millar en la capital.

Y no es cuestión de entrar en guerras de cifras ni en las razones o sinrazones de las convocatorias. La realidad es que Castellón no posee una sociedad articulada de forma colectiva que facilite este tipo de manifestación sociológica. Unos lo achacarán al perfil individualista de su carácter; otros a razones acomodaticias y otros a un carácter social que está carente de compromiso o de pérdida de identidad colectiva si algún día la ha tenido.

Y por tanto, cualquier campaña o acción encaminada a provocar reacciones multitudinarias choca de frente contra este muro que, como digo, se va transmitiendo de generación en generación. Desconozco si esta característica identitaria de nuestra forma de ser continuará así o la gravedad de la crisis que padecemos nos hará cambiar. Pero lo cierto es que hoy por hoy cualquier acto festivo de Magdalena, evento deportivo o lúdico congrega a mucha más gente que todo lo demás.