Una vez más, la obstinación de los independentistas, que pretenden conseguir en la calle lo que no logran en las instituciones, pone en peligro una activo vital como es el Mobile World Congress. Los plantes institucionales y las protestas callejeras en el preludio de este acontecimiento global no hacen más que ahondar en la incertidumbre que sus organizadores ya han exigido que se acabe. El Mobile supone una inyección de casi 500 millones de euros de los que, hoy por hoy, no se puede prescindir vista la fragilidad de la recuperación económica y las malas perspectivas del último trimestre como consecuencia del impacto de los atentados del 17 de agosto y del experimento unilateral del Parlamento catalán a partir del 1-O. Si Cataluña no recupera de manera inmediata la normalidad institucional, y eso depende fundamentalmente de las propias instituciones catalanas, la principal cita anual de la feria barcelonesa acabará por echarse a perder, y no porque lo anuncie torpemente el Gobierno de España.

Solo nos queda esperar que el plante fuera de lugar al Rey --el jefe de los Mossos fue la única autoridad catalana en la recepción real-- y la algarabía callejera de ayer queden en una simple anécdota para los miles de visitantes que a partir de hoy llenarán las instalaciones del certamen. La experiencia que año tras año tienen los visitantes es, sin duda, la principal fortaleza para retener esta importante cita que en esta ocasión no se ve amenazada por ninguna huelga ni por ninguna protesta laboral como ha ocurrido en anteriores ediciones.