El objetivo del Día Mundial contra el Cáncer, que se conmemora hoy en todo el mundo, es concienciar a la población sobre una enfermedad cuya presencia en nuestra sociedad aumenta progresivamente, al mismo tiempo que sirve como recordatorio de la necesidad de prevenirlo y detectarlo de manera precoz. El cáncer puede contemplarse desde dos ópticas contrapuestas. La primera es pesimista: una de cada tres personas lo sufrirá a lo largo de su vida y el incremento que ha experimentado en los últimos cinco años es de un 8%. La percepción que tenemos, pues, es que se trata no solo de una de las principales causas de mortalidad sino que se cierne en nuestro entorno como una especie de maldición.

El segundo enfoque, sin embargo, invita al optimismo. La supervivencia del enfermo se da en un 60% de los casos. En los últimos 40 años, la cifra de prevalencia se ha multiplicado por dos, y en un período futuro mucho más corto, según los expertos, volverá a duplicarse. El porqué cabe atribuirlo a dos factores decisivos. En primer lugar, el desarrollo de la ciencia, cuyo objetivo más inmediato es cronificar la enfermedad, de tal manera que la secuenciación del código genético de los tumores permita perfilar una diana sobre la que actuar farmacológicamente de manera concreta e individual. La metástasis (las células cancerígenas que se expanden y reproducen la morbosidad) es responsable del 90% de las muertes. Conocer su heterogeneidad y establecer un diagnóstico molecular preciso con terapias específicas y múltiples es la clave de un futuro que ya está aquí. El segundo factor es el de la conciencia, cada vez más asumida, de la necesidad de una vida más responsable, con hábitos como el ejercicio o la alimentación y la supresión de factores desencadenantes como el tabaco, el alcohol o la contaminación ambiental.

El cáncer nos acaba afectando a todos. A pesar del esfuerzo de los profesionales, la crisis y los recortes sanitarios han intervenido -y conviene que se recalque- en la cadena que va de la atención primaria al diagnóstico y el inicio del tratamiento, con retrasos inaceptables que deben corregirse con urgencia. Es un asunto insoslayable, como lo es --y queremos poner énfasis en ello en un día como hoy-- el sufrimiento de familiares y amigos ante un drama que requiere atención, delicadeza, coraje y serenidad.