El próximo día 25 celebramos la fiesta de Santiago, patrón de España. En estos momentos en que el Espíritu Santo nos urge a través de la Iglesia a un renovado anuncio del Evangelio en nuestra tierra y buscamos nuevos caminos para la evangelización es muy oportuno recordar su persona.

Santiago el Mayor es uno de los discípulos predilectos de Jesús, junto con Pedro y su hermano Juan. Santiago, junto con Juan, acogió con prontitud la llamada de Jesús junto al lago a seguirlo: de inmediato, abandonándolo todo, dejando la «barca» de sus propias seguridades humanas, siguió a Cristo por los caminos de la Galilea y se puso al servicio del Reino de Dios. En la Transfiguración de Jesús en el monte Tabor vislumbró la gloria de Dios y la divinidad de Jesús, y en la oración sufriente de Jesús en Getsemaní vivió la humillación del Hijo de Dios que se hace obediente al plan divino hasta la muerte de cruz. Esta experiencia le ayudó a cumplir la promesa que había hecho al Señor de estar dispuesto a beber su cáliz y a madurar en la fe corrigiendo una interpretación interesada, terrenal y triunfalista manifestada en la petición de su madre a Jesús: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Santiago fue el primer mártir entre los apóstoles. El rey Herodes Agripa «echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Hizo morir por la espada a Santiago» (Hch 12, 1-2).

La fiesta del apóstol Santiago es una llamada a los cristianos a abandonar nuestras tibiezas y mediocridades, a vivir con alegría, radicalidad y coherencia nuestra fe y tarea evangelizadora. De Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la «barca» de nuestras seguridades humanas o el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria.

*Obispo de Segorbe-Castellón