El ingreso en el hospital de una adolescente que había intentado suicidarse siguiendo las reglas de la página de Facebook Ballena azul disparó hace unos días las alarmas sobre la influencia negativa de las redes en un entorno juvenil desprotegido. Este juego macabro, proveniente de Rusia y Brasil, propone la superación de unas pruebas cada vez más tétricas hasta llegar a un trágico final. El informe que acaba de hacer público el Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC) pone de nuevo sobre la mesa un asunto muy delicado, teniendo en cuenta que el suicidio es la primera causa de muerte no provocada por enfermedad en España. En el detalle de la investigación del CAC se aprecia la existencia, entre otros casos de blogs, webs, fórums y cuentas de Twitter, de hasta seis vídeos en YouTube que acumulan más de 4 millones de visitas. Todos ellos presentan el suicidio como una salida plausible, incitando o exhortando a su realización, un problema que se agudiza porque tiene ramificaciones en canales privados de mensajería o grupos de Whatsapp difícilmente controlables. Además, aparte de esos 15 contenidos audiovisuales anteriores, el CAC también ha detectado otros tantos productos complacientes con el suicidio o que pueden provocar un efecto espejo. En este sentido, el de la imitación, muchos critican la existencia de series de ficción como 13 razones, que describe los motivos que empujan a una chica a la muerte voluntaria. Se reproduce en este caso la polémica del efecto Wherter, en alusión a la novela de Goethe, o del efecto copycat, que se da cuando se da publicidad al suicidio de un famoso.

Como advierte el CAC, es cierto que los medios de comunicación tenemos la responsabilidad de estar alerta ante la posibilidad de que un exceso de información pueda conducir a un desenlace fatal, en especial en entornos frágiles y vulnerables. Pero al mismo tiempo, también es nuestro deber no restringir la problemática a un silencio generalizado. La sociedad, como aboga la asociación Després del Suïcidi, ha de tomar conciencia de la gravedad del asunto y, al mismo tiempo, reflexionar sobre los mensajes de riesgo que se emiten sin control efectivo en la red. Y basar las políticas de salud pública no solo en la necesaria persecución de los contenidos sino también en la educación, en la prevención y en el aumento de mecanismos de protección.