El malestar por la mengua de recursos en las universidades, que afecta a profesores, alumnos y personal administrativo, no es ajeno al que sienten y expresan colectivos como el de la sanidad, que, junto al de la educación, miden el grado de avance de una sociedad. Los recortes que aplican las administraciones no podían pasar por alto para los diversos afectados.

El precio de la enseñanza universitaria, que cubre aproximadamente un 11% de su coste, ha facilitado la entrada masiva en ella de jóvenes y ha ayudado a crear las generaciones mejor preparadas de la historia de España. Por eso no respondería a la realidad si se mimetizase a los descontrolados con los universitarios que ayer protestaron en Castellón, Valencia, Barcelona, Madrid y otras capitales españolas, o con los más jóvenes de la semana pasada en Valencia. Estos últimos esgrimieron libros de pensamiento, de análisis, de diálogo y de participación que se contraponen a la fuerza. Estudiar es eso. En algunas de las imágenes se podía apreciar cómo un joven intentaba apartar a uno de los radicales que la emprendía contra un banco. La jornada no debería recordarse como la de los violentos, sino como la de unos jóvenes que ambicionan estudiar en condiciones y que la sociedad no los vea nunca como sospechosos.