Pese al ruido, la propaganda, los dimes y los diretes, no hubo plante del presidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra, al rey Felipe VI en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Tarragona. El president acudió como es su obligación, ya que de lo contrario hubiera sido un desprecio a los tarraconenses y menospreciar el acontecimiento cívico-deportivo más importante del año en Cataluña. Los boicots y el simbolismo estéril no suelen llevar a ningún lado.

Simbolismo estéril es el envoltorio en el cual Torra incluyó su decisión de acudir a Tarragona. Ningún miembro del Govern asistirá «a ningún acto organizado por la Monarquía» y la Generalitat tampoco invitará al Rey a ninguno de los actos que convoque, dijo Torra en una intervención que pretendía ser institucional y solemne, lo que no ocultó el hecho de que fue una nueva demostración de que su presidencia solo representa a una parte de los catalanes: los independentistas irredentos que ven con satisfacción cómo el presidente de la Generalitat tiene que viajar a Berlín para escenificar que consulta con un diputado cada uno de los pasos que deben darse.

Es este independentismo irredento el que se encuentra con el paso cambiado desde la marcha de Mariano Rajoy de la Moncloa y la llegada de Pedro Sánchez. Torra volvió a hablar del mandato democrático del 1-O y de la «declaración política de independencia» del 27-O como guías, junto a la victoria en el 21-D, de su presidencia. Habló de nuevo de diálogo, en plena campaña para acentuar la tensión con el Estado (esta vez con el Rey) y de menosprecio de la reunión con Sánchez del 9 de julio porque se trata de un encuentro enmarcado dentro del Estado de las autonomías. Es decir, dentro del marco legal constitucional y estatutario vigente.

Ante la decisión de mantener la tensión institucional de la Generalitat, al menos en el terreno simbólico, hace bien la Moncloa en mantener la calma. Las reacciones extemporáneas del Gobierno de Mariano Rajoy o de su entorno solo contribuyeron a dotar de más fuerza al independentismo. Mantener la firmeza en el respeto al marco constitucional y al mismo tiempo tender la mano al diálogo es lo que requiere la situación. Porque entre tanto ruido y retórica, hay que fijarse en los hechos: Torra estuvo en Tarragona y el 9 de julio Sánchez lo recibirá en la Moncloa. Lo demás, simbolismo estéril.