Definitivamente, Mariano Rajoy no hizo caso a las críticas que suscitó su triunfalismo económico en un acto con empresarios y que después tuvo que matizar. Tampoco oyó a quienes le advertían de que sería un error que convirtiera el balance del año en otra comparecencia triunfalista. Ayer, de los 20 minutos que duró su intervención inicial, 15 los dedicó a efectuar un optimista balance del año que acaba. Es evidente que se observan signos de recuperación de la actividad económica, pero eso no autoriza el triunfalismo de Rajoy. Cuando desgrana el número de puestos de trabajo creados y nuevos afiliados a la Seguridad Social, la mejor forma de apuntarse el tanto es no compararlos con ninguna cifra anterior no fuera que el recuento resultara aún negativo en relación a las del 2011, cuando llegó al Gobierno. Fue todo tan previsible que la única novedad digna de mención reside en la defensa y reivindicación del bipartidismo frente a la amenaza para el sistema de partidos que representa Podemos. Para Rajoy, la estabilidad es un valor y cuando no existe aparecen el retroceso y la pérdida del bienestar. Pero sus palabras no responden al interrogante de que si todo va tan bien y la recuperación es un hecho, ¿por qué un partido como Podemos no deja de crecer en las encuestas?