La jornada del 8 de marzo ha sido calificada como de histórica por muchos analistas. Razones no faltan dado el elevado número de mujeres y hombres que salieron por las calles de toda España para reivindicar una igualdad real entre unas y otros. Efectivamente las cifras de la desigualdad están ahí: una brecha salarial que oscila entre el 13% y el 23%; el techo de cristal de muchas empresas; una situación laboral en que las mujeres acumulan el 75% de los contratos a tiempo parcial; la violencia machista, física o psicológica; el acoso sexual; el desequilibrio en las tareas del hogar, donde las mujeres asumen el doble de tiempo que los hombres; o la dedicación a los cuidados de niños o mayores, que en un 90% son realizados por mujeres.

Todo eso son razones y de peso para reconocer que en el camino de la igualdad nos queda, como sociedad, todavía un largo trecho que recorrer. De ahí que algunos puedan considerar meras excusas el que algunos partidos, como el PP se hayan desmarcado, no de las celebraciones del Día de la Mujer, sino de las manifestaciones de ese día.

Algunas compañeras de partido --lo digo con el máximo respeto-- participaron en las manifestaciones sin haber leído el Manifiesto de la convocatoria. Comprobaron rápidamente lo contradictorio que es manifestarse mientras escuchas cánticos de «¡No a la brecha, fuera la derecha!».

En España hombres y mujeres son iguales en derechos y deberes y ambos son y deben seguir siendo libres para llegar a los acuerdos familiares y personales que estimen. Eso sí, para llegar a ese estadio de libertad hemos de caminar todavía un trecho cultural y de mentalidad, sin el cual esa libertad no es sino una reflexión teórica.

Pero es surrealista leer un manifiesto que responsabiliza al capitalismo y al liberalismo de la situación de las mujeres en el mundo. Que pone altavoz a un problema que en España es minúsculo si lo comparas con países como el Irán de los ayatolás o la Venezuela del comunista Maduro. Máxime, cuando ante las tragedias auténticas los revolucionarios por cuenta ajena de Podemos y Compromís callan, cuando no se alinean miserablemente con los opresores, aunque sólo sea a base de cobrar las dádivas que les permiten cabalgar contradicciones.

Solo porque la mentira impera en forma de corrección política, nadie le ha afeado al PSOE que participe en esa manifestación cuando no apoya a Elena Valenciano para un cargo en Europa porque no es sanchista y no apoya a María Elósegui para el Tribunal Europeo de Derechos Humanos porque no es de izquierdas.

Los enemigos de la libertad y de las sociedades abiertas, lo son también de la mujer, de su libertad y de sus derechos. La necesaria unidad en la lucha por la igualdad no puede hacerse a costa del pernicioso sectarismo de indeseables oportunistas, cuyas consecuencias acaban pagando también las mujeres.

*Vicepresidente de la Diputación