Los escoceses han dicho que quieren seguir formando parte del Reino Unido. Tras una intensísima campaña dominada por los partidarios de la secesión, una amplia mayoría ha preferido no salir a la intemperie de una nueva y desconocida dimensión. Y lo han hecho con una participación elevadísima, el 84,6%, desmintiendo la opinión generalizada de que la política ya no interesa a la ciudadanía.

En su organización y desarrollo, el referendo escocés ha sido modélico, como lo han sido las reacciones de David Cameron y Alex Salmond. Al ministro principal escocés no le quedaba más que aceptar dignamente la derrota y anunciar el sacrificio personal de su dimisión. El Reino Unido, pues, no se rompe, pero el escenario que sale de este referendo histórico será a medio plazo muy distinto y no está claro que vaya a ser más fuerte, sino todo lo contrario. Escocia tendrá el aumento de competencias. Pero lo más importante serán los cambios que se apuntan en el horizonte en el resto del país. Demostrando una gran rapidez de reflejos, Cameron anunció la devolución de más poderes a Gales e Irlanda del Norte, así como la recolocación de Inglaterra en esta nueva estructura administrativa. Esto es un proceso constituyente en toda regla.