Querido/a lector/a, reconozco que al escribir periódicamente pequeñas reflexiones relacionadas (casi siempre) con ideas y propuestas políticas y con los partidos que las protagonizan, en más de una ocasión he recibido de amigos y lectores la sugerencia de no escribir siempre de política ni de meterme con ciertos personajes políticos. Incluso podría decir lo mismo con otras palabras, con aquellas que en otras ocasiones me han aconsejado que reduzca la política al mínimo y no diga nada de la derecha. O, en todo caso, solo me refiera o los de la cultura de la izquierda porque están más cerca de mi posición.

La verdad es que aunque puedo entender lo que quieren señalar, confieso que para cualquier persona un tanto politizada resulta difícil cumplir esa advertencia. Posiblemente porque el hecho político en si es un hecho público que reclama y agradece el contraste y el debate. Tanto es así que con la indiferencia (leer a A. Gramsci) y sin la confrontación, las posiciones políticas pierden vitalidad y se hacen estériles. Pero también, porque resulta difícil abstraerse, ya que los partidos, todos, intentan y quieren incidir y hasta cambiar la realidad social, la de todos nosotros. Por eso, no cabe duda de que opinar de política, de los partidos y de sus decisiones es algo más que un derecho, es un deber. En última instancia reconozco que me gusta esto de la política. Es evidente que es a la derecha a la que no le interesa la política y quiere reducirla a su mínima expresión. Es decir, reducir la participación y el protagonismo ciudadano en la búsqueda del bien común. Es pues la derecha la que solo quiere despolitizar y hablar de parámetros que tengan que ver con la opinión de expertos, del mercado o de los poderes mediáticos.

Querido/a lector/a como suele decir D. Innerarity, el debate es centrarse en conseguir que el espacio público tenga calidad democrática y el mundo formato político.

*Analista político