El desplome del puente de Génova, que se ha causado 38 muertes, se hubiera podido evitar porque cayó por un cúmulo de negligencias. Lo dijo claramente el fiscal general de Génova, Francesco Cozzi, el miércoles, cuando afirmó que la tragedia no es una fatalidad, sino que se debe a un error humano.

Con la investigación abierta, la causa más plausible que señalan los expertos es la falta de mantenimiento de un puente de 1968 y al lado mar, con alta exposición a la corrosión. Este tipo de puentes elevados, por encima de poblaciones y casas habitadas, por seguridad ya no se construyen como el de Morandi. Pese a ello, en media España hay infraestructuras que penden sobre núcleos urbanos. No se trata de crear alarmismo, pero es imprescindible que las infraestructuras se revisen y se actualicen y, sobre todo, que se descarte su uso en el caso de que hayan llegado al final de su vida útil, como parece que ocurrió en el caso de Génova. El Gobierno populista italiano ha optado rápidamente por un discurso demagogo impresentable. Ha acusado a Europa y su política de recortes durante la crisis del mal estado de las infraestructuras de su país, obviando que Italia ha recibido fondos estructurales justo para este tipo de inversiones, y ha amenazado a la concesionaria Atlantia, a su vez dueña de Abertis, de retirarle todas las concesiones del país.

La investigación determinará las causas, pero el Gobierno debe asumir su responsabilidad y no alimentar su eurofobia con este trágico suceso.