No voy a entrar para nada en el juego político municipal de Castellón, pero sí voy a hacer extensible la sensación que he percibido entre una amplia amalgama de colectivos festeros con motivo de la comisión de investigación abierta en el Ayuntamiento de la capital de la Plana con el objetivo de analizar los presupuestos festivos de los últimos 10 años ante las sospechas de irregularidades. Una sensación de desasosiego, criminalización, descontento, rabia en algunos casos e indignación en la mayoría de ellos. Su razón: ser llamados a declarar «como si fuéramos corruptos o ladrones o culpables de haber hecho algo mal cuando lo único que nos mueve a trabajar por las fiestas es nuestro amor por Castellón. Eso no se lo perdonaremos nunca».

Así se expresaba un miembro de uno de los entes vinculados a la Magdalena hace unos días, con el asentimiento del corrillo de gent de la festa con los que había coincidido. ¿A quién no se lo vais a perdonar? ¿A Xavi del Señor (de Castelló en Moviment, presidente de la citada comisión y autor de un artículo en este periódico que ha sentado muy, muy, pero que muy mal en el món fester), a la concejala de Festas, Sara Usó, al bipartito que gobierna, a la alcaldesa Amparo Marco, a todos los grupos municipales, a Jesús López, anterior presidente de la Junta de Festas por ser su gestión el principal objetivo de la comisión, al PP por ser el partido que gobernaba cuando López ejerció...? les pregunté yo. «Tú ya sabes a quien, no te hagas el tonto», me respondieron.

Volví a repreguntar para asegurarme de que estuviera en todas las opciones que les había dado, pero no les voy a decir hacia quiénes (fueron tres) dirigieron unánimemente sus diatribas. Lo que sí quiero reflejar con este ejemplo es el profundo malestar existente entre la mayoría de los colectivos implicados en la fiesta con este asunto, una crispación que no es nada buena para la ciudad, especialmente por la transcendencia que la estructura civil, social y popular de la fiesta (diga lo que diga Del Señor) tiene en Castellón, hoy por hoy la principal red de opinión social de la ciudad. Un malestar y una crispación fruto de una torpeza política con mayúsculas. No por la dichosa comisión, sino por la forma en que se ha montado, por su manifiesta arbitrariedad en la elección de las víctimas (la casta de la fiesta, según la opinión del presidente de la misma) y por las formas que emplea, dicho sea de paso, una auténtica patochada, más propia de un cómic que de una comisión municipal de investigación. Y esto último lo digo porque fui testigo de parte de la segunda sesión al ser citado Mediterráneo como empresa colaboradora de las fiestas.

Pero sobre todo por su origen y motivación. Esta comisión, hay que decirlo claro, tiene un origen político. Se ha hecho con la anuencia de PSPV y Compromís para satisfacer a su socio parlamentario, de pacto, pero no por voluntad del bipartito, ya que ambos, salvo que mientan como bellacos, se desmarcan de la misma. Y su motivación también es política: denunciar o poner en evidencia la mala gestión de los anteriores gobiernos del PP, ahora en la oposición. Todo perfectamente legítimo.

Pero la gran torpeza ha sido implicar en la investigación a colectivos festeros, entes vinculados, grupos y empresas colaboradoras en las fiestas de Castellón de forma discriminada (¿por qué unos sí y otros no?) sin los cuales no habría fiesta. Unos colectivos que son los artífices principales y reales de las fiestas, que aportan muchísimo más a la fiesta de lo que reciben... pero que no tienen nada que ver en la gestión de la fiesta, que es, en teoría, lo que se investiga. ¿O no?

En Castellón existe después de tres congresos magdaleneros y de la ley de Grandes Ciudades una estructura determinada para la organización de las fiestas. Podrá ser mejor o peor, opiniones hay para todos los gustos, pero estatutariamente y por la naturaleza de la Magdalena y el resto de fiestas del año, es la que es, la que Castellón ha elegido y por cierto, es una de las más democráticas que conozco, diga lo que diga el presidente de la comisión de marras. Una democracia festera que se ve en la calle, una democracia festera tremendamente popular. Tan popular que ha originado, hoy por hoy, como ya he señalado antes, la mayor vertebración social en la ciudad.

Ni asociaciones vecinales, ni partidos políticos ni ningún tipo de organización ha conseguido protagonizar un movimiento social tan grande como la fiesta. Heterogéneo por supuesto, como debe ser, pero unido por una causa común: conseguir siempre las mejores fiestas posibles.

La gran torpeza política de esta comisión municipal ha sido, por tanto, demonizar a los artífices de ese movimiento y no centrarse donde debía centrarse, única y exclusivamente en los gestores de la fiesta que presuntamente son los que habrán o no cometido las irregularidades. El ejemplo me lo ponía uno de mis contertulios festeros: «Es como si para detener al ladrón de un banco en un pueblo, detuvieran e interrogaran a todos los habitantes del pueblo. Y todo por contentar las ansias, la ambición y el protagonismo político de...»

La conclusión es clara. Más allá de lo que dictamine esta comisión, más allá de lo que suponga para el enfrentamiento y el debate político entre los grupos municipales, y más allá de si detecta irregularidades que provoquen otras consecuencias, con apenas dos sesiones lo que ya ha conseguido es enervar al movimiento festero, crear un profundo malestar y provocar un ambiente muy negativo entre el actual Ayuntamiento y el mundo de la fiesta.

Puede que un objetivo político oculto con la constitución de esta comisión y con el maquiavélico esquema de funcionamiento elegido para la misma fuera la desestabilización de la fiesta, el cambio de su estructura y la modificación de su funcionamiento actual, tal y como señalan ya muchos festeros. Aunque no lo creo. Sería hilar muy fino y demasiado arriesgado y torticero así como totalmente antidemocrático.

No obstante, la primera consecuencia provocada ha ido por ese camino. Una desafección del mundo de la fiesta preocupante y un malestar tan evidente que debería hacer reflexionar a los miembros ejecutivos del gobierno municipal. Especialmente después del complicado año festero vivido en este último ejercicio, donde las relaciones entre el Ayuntamiento y la actual Junta de Fiestas que preside Juanvi Bellido y el movimiento festero no han sido las mejores. Si a este precedente le sumamos ahora la criminalización de los principales artífices de ese movimiento por parte de la comisión, tenemos un cóctel ciertamente explosivo y nada adecuado. Máxime cuando entramos ya en la vorágine de la carrera magdalenera.

(*)Director del Periódico Mediterráneo