La Rusia de Vladimir Putin está deslizándose hacia una situación de aislamiento. Es un país cada vez más encerrado en sí mismo que camina con el recuerdo de la gloria pasada, pero también del sufrimiento. La crisis de Ucrania, con la anexión de Crimea y la guerra híbrida en el este, es el gran contribuyente a esta situación. El desafío que ha planteado Moscú mediante esta crisis y la respuesta de la UE y EEUU aplicando sanciones económicas están dando resultados que justifican el recurso al recuerdo de los padecimientos pasados. Putin ha tenido que buscar en China un socio económicol. Sin embargo, las relaciones entre Moscú y Pekín siempre han sido conflictivas. Cabe esperar que lo seguirán siendo con las tornas cambiadas. Hoy China es una gran potencia en ascenso imparable y Rusia está en decadencia. Ni a Europa ni a EEUU les conviene una Rusia encerrada en sí misma. Su intervención en Ucrania merece la condena, pero eso no debe ser obstáculo para que Bruselas y Washington mantengan canales abiertos con Moscú. EEUU lo ha entendido y ha enviado a la capital rusa al secretario de Estado. Ahora es importante que la cumbre de la Asociación Oriental sepa combinar las ambiciones y los temores de aquellos países con el realismo.