Escribo este artículo el «Día de la madre», un domingo precedido de esas campañas de publicidad que continúan vendiendo a la «mujer, mujer»: madres, cuidadoras, limpiadoras, dependientes, esclavas. Productos para la vida doméstica, la belleza programada, la maternidad, productos para no romper cadenas. Hace unos días María del Rosario, Raquel y su hijo de 12 años han sido víctimas de asesinatos machistas, del terrorismo machista. La cifra que crece es desoladora, terrible. Y, a pesar de todo, no estallamos ni exigimos, no nos implicamos. Cambiemos los minutos de silencio por minutos de ruido. Los colectivos feministas llevamos años denunciando, reivindicando y la realidad no cambia, es insoportable, siguen matando, hiriendo y explotando a las mujeres.

Recuerdo que hace unos años participaba, junto a Cristina del Valle y otras integrantes de la Plataforma de Artistas contra la Violencia de Género, en conferencias, debates, congresos, talleres, para gritar la necesidad de concienciación social sobre los peligros del machismo y de los micromachismos, concepto que acuñara el psiquiatra argentino Luis Bonino en los años noventa. Este psicoterapeuta trabajaba en el estudio de las relaciones de género y fue resaltando comportamientos cotidianos, pequeños controles normalizados que también son obstáculos para la igualdad, un abuso de poder que utilizan hombres considerados «normales». Son controles sutiles, hábiles, casi invisibles, y van produciendo un daño sordo que se perpetua en el tiempo. Son esos hombres que desde el discurso social no son violentos o controladores.

Hay muchos ejemplos que nos rodean en la vida social diaria, en la personal, laboral, ejemplos tan comunes como no implicarse en tareas domésticas porque no saben o porque ella lo hace mejor, eliminar espacios comunes con la mujer por no tener tiempo para hablar, compartir, minimizar el reconocimiento a la mujer, no valorarla, no visibilizarla. Hay infinitos casos y están muy extendidos en toda la sociedad. Afortunadamente están surgiendo campañas y mensajes, sobre todo dirigidos a jóvenes, denunciando este machismo que funciona sostenido, avalado y naturalizado por la normativa patriarcal de género. Pero es urgente asumir responsabilidad institucional y social. Aunar el sistema ante la violencia de género y las desigualdades.

*Periodista