Fue en la última pregunta de una entrevista, el periodista inquirió a la flamante --e inexperta-- dirigente de Podemos en Sevilla si en caso de que llegaran a gobernar prohibirían la Semana Santa. Begoña Gutiérrez respondió al más puro estilo morado: si los ciudadanos plantean la cuestión, ellos serán quienes decidan. El efecto fue inmediato. Políticos de todos los colores, cofadres, famosos y anónimos tocaron a rebato. La simple y llana respuesta de que se hará lo que la ciudadanía decida fue interpretada como una intención de acabar con la Semana Santa. Lo cual denota el problema de lectura que tenemos en este país (ya lo dice el informe PISA) y lo mal que llevamos todo lo relacionado con el verbo decidir.

Todo debería poder discutirse. Todo. Cualquier tema debería poder formar parte de un debate profundo y sereno, alejado de los arrebatos de las redes sociales y de la palabrería fatua. Los valores cambian. También evolucionan los intereses. Ni tiene sentido llevarse las manos a la cabeza ante quienes plantean interrogantes, ni es honesto manipular la realidad, silenciar la razón y saltarse el debate para tratar de imponer una opción. La voluntad de los ciudadanos de hoy no tiene por qué coincidir con la voluntad de los antiguos poderes. Incluso tampoco con los intereses de los actuales. H

*Periodista