Mismos errores, mismo fracasos. Basta con echar la vista atrás para ver que éste es el balance de gestión de la corta trayectoria de Puigdemont como presidente de la Generalitat de Cataluña, quien parece compartir con su antecesor un mal endémico --el separatismo-- con el que buscan contagiar sin éxito al conjunto de la sociedad catalana; una sociedad plural y vanguardista que ha demostrado no compartir este pensamiento único. Una sociedad que no quiere contagiarse de una enfermedad que podría acabar lastrando el futuro, el desarrollo y el crecimiento económico de Cataluña.

En política no hay nada más peligroso que vivir de espaldas al mundo. No es sano para la democracia, pero tampoco lo es para los catalanes. Este nuevo desafío soberanista, además de ser una amenaza fantasma, está acabando por volatizar los problemas reales de los ciudadanos y alejando a la calle de la gestión política. Hoy el empleo o el crecimiento económico han pasado a un segundo plano y se han hecho invisibles para el gobierno catalán.

Hoy, los problemas reales de los ciudadanos, son menos problemas porque viven enrocados en una quimera que además de ilegal, es inviable y nociva para la gran mayoría de los catalanes que piensan al igual que el #PP que la unidad es sinónimo de fuerza y estabilidad; una fortaleza imposible de alcanzar, enfrentando a la sociedad y desfragmentado España.

Basta con mirar el pasado para dilucidar lo que pasará en el futuro y verificar como alinearse con extremistas y separatistas nunca ha sido garantía de futuro, sino más bien sinómimo de confrontación e inestabilidad. Es tiempo de recapacitar, volver la vista atrás y ver la senda por la que no hay que volver a pasar. H

*Senadora del PP por Castellón