Querido lector, hace apenas unos días, un amigo y compañero en la izquierda política de la Vall d’Uixó, sabiendo que fui diputado autonómico y que me interesa de manera esencial la evolución de la autonomía valenciana, se me acerca y me dice: “Ahí tienes, lo último de la derecha y la autonomía”.

Miro los papeles y veo que es lo de siempre. O, mejor dicho, es la versión contemporánea de lo de siempre. Se trataba de una moción que, presentada al pleno del ayuntamiento por el PP, solicitaba, más o menos, que se regañara al actual conseller de Educación y al gobierno de la Generalitat de Catalunya. Al primero (decían) por unas presuntas declaraciones que no respetaban las señas de identidad y el Estatuto de Autonomía. Al segundo (seguían diciendo) por su constante injerencia en la autonomía valenciana. ¡No te digo nada!

Pero, claro, si he dicho que es lo de siempre, es porque desde el principio de los tiempos democráticos, mientras la izquierda (en general) se ha dedicado a conseguir, defender y ampliar la autonomía política (máximas competencias, Consell, Corts y TSJV) como un elemento esencial de la democracia y de la Constitución, a vertebrar y enraizar socialmente las nuevas instituciones, a universalizar los servicios públicos, a defender su cultura (especialmente la propia), etc., la derecha mangoneaba las señas culturales de identidad, nos enfrentaba a otras autonomías y anunciaban que cuando tuviera mayoría, ni más ni menos, suprimiría el título octavo de la Constitución ¡Ni más ni menos! Después, cuando han estado un par de décadas en el Consell han destacado (siempre según los datos) por la mala gestión y la corrupción. Se puede decir que consiguieron: el fracaso escolar más alto de España, la mayor deuda autonómica respecto del PIB, un paro superior a la media del Estado, etc. Aunque, lo peor, fue que ante los ojos del mundo hicieron que la Comunitat Valenciana sonara a corrupción.

Ahora, por desgracia, y por lo visto en la moción, todo sigue igual. Cuando ser valenciano es reclamar un nuevo modelo de financiación (y una financiación extra mientras se aprueba el nuevo modelo), es negociar el pago de la deuda histórica y exigir una inversión del Estado acorde con la población existente, esta gente de la derecha valenciana, en vez de utilizar la cohabitación (la presencia de su partido, el PP, en el gobierno de Madrid) para llegar a acuerdos que beneficien a los valencianos, siguen con la manipulación de los símbolos y hablando de que nos invaden vecinos o nos contagian la independencia. En definitiva, dividiendo y siendo improductivos política, social y culturalmente. H

*Experto en extranjería