Contra lo peor del género humano que apareció el jueves en la Rambla y en Cambrils, ayer salió a la calle lo mejor. Empezando por los vecinos de la arteria barcelonesa que se levantaron dando la cara sin miedo e intentaron hasta donde pudieron recuperar la normalidad, siguiendo por los miles de manifestantes que llenaron las calles, en la misma Barcelona -en el centro y en los barrios-, en el resto de Cataluña, en toda la provincia de Castellón, en el resto de España y en muchos otros países. Sin miedo, es decir, sin dar a los terroristas lo que pretenden con una matanza como la de esa furgoneta que recorrió 500 metros haciendo el máximo daño posible. La ciudadanía les volvió a dar ayer una lección: de contención, de serenidad, de rotundidad, de unidad y de tolerancia, a pesar de la inmensa rabia y desolación por las 14 muertes, que aún podrían elevarse en los próximos días, y por las decenas de heridos, de quienes vamos conociendo poco a poco las nacionalidades -hasta 36-, y sus familiares las identidades.

Las fuerzas policiales siguieron también sin miedo investigando la autoría de los atentados. Todo apunta a una célula de aproximadamente una decena de activistas que llevaba tiempo preparándose en la casa de Alcanar. La explosión provocada por la manipulación de explosivos en la madrugada del jueves les llevó a una actuación a la desesperada, primero en la Rambla y ya en la madrugada del viernes en Cambrils. Sin explosivos y sin armas, atentaron con lo que pudieron, donde pudieron, haciendo el máximo daño posible con los pocos elementos que tenían: las furgonetas y diversos objetos punzantes. La actuación profesional de un mosso permitió abatirles cuando intentaban otro atropello en el paseo de la localidad tarraconense. Las policías, sin miedo y bajo la dirección del juez que dirige la investigación desde la Audiencia Nacional, actuaron una vez más coordinadamente, desoyendo el ruido político que les acompaña demasiado a menudo. Todo indica que esa célula puede estar a punto de ser totalmente desarticulada, si no lo ha sido ya, en el momento del cierre de esta edición.

Las fuerzas políticas estuvieron también ayer a la altura de las circunstancias. Dos imágenes son especialmente significativas. La primera, la de Felipe VI, Rajoy, Puigdemont y Colau compartiendo el minuto de silencio con la ciudadanía en la plaza de Cataluña. Y junto a ellos todo el resto de partidos, los de los gobiernos y los de la oposición. La segunda, la del presidente del Gobierno dirigiendo junto al president de la Generalitat la reunión del gabinete de crisis en el departamento de Interior. Un encuentro que algunos reclamaban con razón desde la noche del jueves. Sea como fuere, lo que hicieron. Cooperación. Estuvieron a la altura de los ciudadanos.

Las fuerzas sociales supieron ayer igualmente evitar las divisiones estériles. Frente a una agresión como la del jueves, todo el mundo, excepto algunos exaltados, tiene claro a quién tiene enfrente y a quién tiene al lado. La unidad no debe significar en ningún caso renunciar a la pluralidad, y eso sirve para elegir las banderas que uno luce para expresar su luto, en quién confía el gobierno o cómo selecciona las imágenes para explicar la tragedia. Frente a la barbarie hay que actuar desde la humildad, sabiendo que alguien puede equivocarse en una declaración fuera de lugar, en un comentario en las redes sociales o disentir de una forma de explicarse. Pero la respuesta a la discrepancia nunca puede significar la destrucción del otro, ni su eliminación, ni el fomento del odio o el menosprecio.