El referéndum de hoy -convocado por el Gobierno de la izquierda radical griega de Syriza- comporta riesgos peligrosos. Si gana el sí -lo que sería una desautorización popular a Tsipras- se podría abrir el camino de una negociación espinosa, difícil y rápida para que Grecia siguiera en el euro, que sería la mejor solución tanto para Grecia como para una Europa que no puede olvidar su deber de solidaridad.

Para Grecia salir del euro sería -como ha dicho el presidente francés Hollande- poner rumbo a lo desconocido. Y los sacrificios que implicaría la vuelta al dracma resultarían más dolorosos que los recortes exigidos por Bruselas.

Pero para Europa la salida de Grecia del euro, aunque menos dramática que en el 2010 y 2011 porque Mario Draghi ha incrementado los poderes del BCE, sería también muy inconveniente. Primero porque el mensaje de que el euro es una moneda de la que se puede salir tendría consecuencias cuando cualquier país -por el motivo que fuera- atravesara algún problema de envergadura. Segundo, por el riesgo geopolítico. A nadie le interesa un estado fallido en el sureste del continente, en la ruta hacia el Estado islámico y muy cerca de la Rusia de Putin.

Gane el sí o gane el no, habrá que volver a negociar. Grecia debe asumir que sin rigor fiscal y reformas liberalizadoras no hay futuro. No puede ser indefinidamente un país subsidiado. Pero Europa -sobre todo las capitales del norte que tienen la tentación de creer que una zona euro sin Grecia sería más solvente- no pueden ignorar que un edificio de arquitectura tan compleja -como una unión de Estados con moneda única pero sin un presupuesto común robusto- es frágil. Y que la salida de Grecia inquietaría. Por esto Berlín debe escuchar al FMI que dice -desde hace tiempo- que alguna reestructuración de la deuda (por ejemplo, un alargamiento de plazos) será necesaria. Aunque es lógico que los gobiernos europeos no quieran hacer pagar a sus contribuyentes (que son también electores) sin estar seguros de que el compromiso griego con el rigor es definitivo, que no tendrán que reestructurar créditos continuamente.

Atenas necesita más responsabilidad y Europa debe actuar no solo con mentalidad de banquero, que en este caso lo es, sino como una unión de Estados obligada a evolucionar hacia una unión más firme.