Este domingo comienza el tiempo litúrgico de Adviento. Señala el Catecismo de la Iglesia católica que «al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza la espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda venida». El Adviento nos habla, pues, de una doble venida de Cristo. Por una parte, recordamos que Jesús nació en Belén y nos preparamos para celebrarlo en la Navidad. Por otra, se nos anuncia que Jesucristo volverá al final de los tiempos para llevar a total cumplimiento su obra de salvación y reconciliación de toda la creación. El Señor volverá y entonces quedará cumplido el tiempo de la historia y la Iglesia entrará en su plenitud.

Pero el Adviento mira también al presente: Cristo Jesús ha resucitado, está entre nosotros y sale constantemente a nuestro encuentro. Pero, por muy viva que sea nuestra relación con el Señor, la vivimos en la fe. Sin embargo, él nos ha prometido que se nos manifestará plenamente, y hacia ello hemos de caminar cada día con esperanza.

Muchos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza. Muchos cristianos están también sumidos en este estado de ánimo. En nuestra sociedad se extiende el miedo a afrontar el futuro.

El Adviento, tiempo de deseo y de espera del Señor, nos exhorta a volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios, a escuchar su palabra. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para dejarnos encontrar por el Señor en todo momento de nuestra vida. Adviento quiere despertarnos a los cristianos ante el riesgo de dormirnos en la vida diaria, de entretenernos en el momento presente y de olvidar que estamos de camino hacia la casa del padre, hacia la consumación de todo al final de los tiempos.

*Obispo de Segorbe-Castellón