El PSOE, Compromís y Podemos quieren hacer desaparecer del callejero de Castellón los nombres de cinco personalidades esenciales en la cultura y la ciencia del siglo XX: Don Manuel Segarra, farmacéutico autor de La filla del Rei Barbut y del Pregó; don Vicente Altava, médico investigador de la vacuna contra la leptospirosis, que frenó las epidemias letales del cultivo del arroz; don Jose Clará, creador del Hospital Provincial; don Luis Revest, profesor e historiador y D. Ángel Sánchez Gozalbo, médico, los dos últimos cronistas de la ciudad, así como fundadores de la Sociedad Castellonense de Cultura e impulsores y firmantes de las Normes de Castelló.

No debemos olvidar a estas personas, a estos hombres de bien que tanto aportaron a nuestra sociedad. Castellón no debe despreciar a unos sabios, que si bien es cierto que fueron concejales en época franquista, de lo único que se les puede acusar es de su trabajo desinteresado y de tener un gran amor por su tierra.

Soy una demócrata convencida, amo la libertad y la tolerancia y, por el contrario, deploro el sectarismo y la parcialidad, venga de donde venga. No defiendo a Clará, Revest, Segarra, Altava o Sánchez Gozalbo por sus ideas políticas, los defiendo por sus aportaciones a Castellón, por su excelencia, por su ingenio, por su generosidad. Yo no soy republicana, pero no se me ocurría cuestionar la trayectoria de Sos Baynat, Esteve, Calduch, Rozalén o Soler i Godes por serlo. ¡Son las personas que han hecho grande a Castellón! Y se merecen nuestro respeto y nuestra consideración. En eso consiste la pluralidad y la tolerancia. Hablamos de las personas que construyeron nuestra esencia, nuestras raíces, les debemos lo que somos. ¿No tendrá otros problemas Castellón para que el tripartito dedique su tiempo a desprestigiar a los muertos y ofender a los vivos?

Pues bien, muchos de los intelectuales y científicos a quienes se quiere privar hoy del reconocimiento de que una calle perpetúe su memoria, salvaron en aquellos tiempos de autocracia, de una suerte incierta, a muchos de sus colegas con ideas políticas diferentes. Es más, los que regresaron del exilio, tras la muerte de Franco, fueron a abrazar a sus amigos y compañeros que vivían en Castellón, con quienes siguieron manteniendo una afectuosa relación y un gran vínculo intelectual.

Ya está bien de hacer el ridículo y de sectarismo indocumentado. Hay que detener esa atroz injusticia intolerante que comete el fanatismo del tripartito municipal que supone un atentado, ese sí, a la memoria histórica de nuestro pueblo. En palabras de Mahatma Gandhi: «La intolerancia es, en sí misma, una forma de violencia y un obstáculo para el desarrollo de un espíritu verdaderamente democrático».

*Diputada autonómica del PP