La llegada de turistas a la provincia de Castellón ha sido este verano ha sido inferior que en el 2017, un año que, fue de récord, con un aumento destacado en las pernoctaciones. Se trata de un crecimiento que no se espera repetir año tras año, y menos con la estabilidad que vuelve a mercados competidores como Egipto y Turquía, de cuyas crisis se ha beneficiado este lado del Mediterráneo. En todo caso, el sector sí quiere mantener los avances al menos en la medida de lo posible, para lo que la receta básica es, si no abandonar el trabajo directo de captación de clientes extranjeros para el producto de sol y playa, sí centrar el esfuerzo en el visitante español, que ya supone el grueso de quienes llegan al litoral castellonense. Esta es la valoración de los empresarios de la actividad a la hora de hacer balance de la temporada alta estival.

La consigna es la de retener a los turistas nacionales y familiares, quienes en su mayor parte ya están fidelizados en este territorio. El reto para conseguirlo implica, entre otras medidas, afrontar con contundencia y eficacia asignaturas pendientes como la inversión en innovación en los establecimientos hosteleros, pero también en las playas y en los municipios turísticos, con mejoras patentes de servicios y de su calidad. Un aspecto en absoluto baladí es la profesionalización de quienes atienden cara al público, que se obtiene con formación, así como con la estabilidad en los puestos de trabajo.

Los empresarios, que no descartan al visitante foráneo, plantean que la tarea de captar a turistas de otros países debería orientarse sobre todo a vender la provincia de Castellón más allá del verano y conseguir, de este modo, otra herramienta más contra la estacionalidad.