El turismo en España no ha repetido, en un primer balance hasta septiembre, los esplendorosos números del verano del 2017. El pasado año se batió el récord absoluto de llegada de viajeros con un total de 81,8 millones. Los datos más recientes hablan de que, en julio, las pernoctaciones cayeron en España el 2,76%. Y en este caso vale el símil deportivo de que lo importante no es llegar, sino intentar mantenerse, porque estamos hablando de un sector clave para la economía española tanto por los ingresos que genera como por la creación de empleo, aunque sea estacional. El sector ya preveía la caída por la recuperación de otros destinos internacionales. España ha perdido fuelle de la misma forma en que ha aprovechado durante los últimos años la inestabilidad geopolítica en el norte de África, en países como Túnez, Egipto y Turquía, o incluso en Grecia. Esa recuperación va con cifras que oscilan del 40% en el caso de Egipto, al 29,2% de Turquía, el 22% de Túnez y el 14% de Grecia. De la misma forma, también se contempla la variable de que la celebración del Mundial de Rusia restó afluencia de turistas británicos.

El vaso medio lleno de este verano nos muestra, por otro lado, una variable relevante como es el aumento del gasto de los turistas, con una media de 1.100 euros por viajero en España el pasado junio. Y ese es un dato que debería de servir para ahondar en un modelo de turismo que no solo se sustente en las bondades del clima, de las playas y del ocio nocturno. En definitiva, la idea de apostar por un turismo de calidad que vaya ganando fuerza ante los paquetes low cost.