Escuchar, mirar a los ojos, sentir la vida de las personas y escribirla marcan su travesía periodística desde hace más de tres décadas». Fíjate, hermana, cómo se describe mi perfil profesional en la imprescindible publicación 500 Dones que fan Castelló del periódico Mediterráneo (las mujeres contamos), coordinado por nuestra colega Mònica Mira. Un viaje periodístico --he compartido contigo varias estaciones-- que pasa por Mediterráneo, Castellón Diario, Radio Popular de Madrid, Diario 16, El País, TVE, Levante, Els Ports Ràdio, Cambio 16… gabinetes de prensa, Festival Mulabe o la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género.

Ya sabes que seguimos habitadas de palabras y que nadie puede quebrar esta travesía. Me cuentas que sigues de cerca las mentiras y la manipulación de la derecha española que pretende igualar las mentiras y deshonestidades de quienes compran currículum y un máster con la dignidad de la profesión periodística y su ausencia de títulos universitarios. Somos muchos sin titulación, porque trabajando no pudimos acabar la carrera, son muchos con otros estudios universitarios. Y todos somos periodistas. Nuestra generación creció, afortunadamente, en el corazón del oficio, desde el primer curso de Ciencias de la Información. Ser periodista no era, no es, cuestión de papeles con timbres oficiales. Era, por encima de todo, experiencia, sabiduría profesional, buena redacción, instinto, pasión, vocación y carrera laboral (nosotras sabemos mucho de una dedicación de décadas). Y sigue siendo así, pero en aquellos tiempos había oferta laboral. Las empresas periodísticas elegían siempre calidad y experiencia.

Ahora también querrían decidirse por estas premisas, pero las crisis y la precariedad salarial han modificado el deseo de contratar conocimiento. Las redacciones están llenas de periodistas que no acabaron sus carreras. Muchas de estas personas son conocidas, reconocidas y prestigiosas. Pero la derecha política y mediática, como bien conoces, ejercen aquello de «que la verdad no ensucie un buen titular». Nosotras, como en tantas ocasiones, regresamos al maestro Kapuscinski, porque los necios no sirven para este oficio, porque un buen periodista debe ser una buena persona, porque cuando se descubrió que la información era un negocio la verdad dejó de ser importante.

*Periodista