El otro día me relataron una anécdota referida a una profesora de secundaria que trabaja en un centro digamos difícil, con más problemas que recursos. Una alumna suya, una chica gitana encantadora, le preguntó con toda la naturalidad del mundo: “Oye, pero si yo quiero ser enfermera, ¿para qué necesito las metáforas?”. La profesora se quedó pensativa unos segundos buscando un argumento que la persuadiera. Al final le dijo: “Algún día un paciente te dirá que tiene sapos en la barriga y tú deberás comprender lo que le pasa”. Una respuesta de matrícula de honor, de las que solamente dan aquellos que son realmente buenos maestros, aquellos que se recuerdan con gratitud durante años a lo largo del tiempo.

Los buenos sabían reírse de sí mismos, estimulaban la curiosidad e iban sobrados de cintura y paciencia. En el fondo, la enseñanza vocacional es un acto de suma generosidad; como una vela, el profesor abnegado va consumiéndose para que los demás brillen. Se apaga poco a poco hasta hacerse innecesario.

Pues bien, resulta que un puñado de institutos públicos, donde los docentes bregan como pueden con la desmotivación y la empanada mental de los adolescentes, ya están en números rojos. En las próximas semanas, algunos colegios tendrán problemas para pagar las facturas del gas y la electricidad.

Me entero también de que en un centro los padres han tenido que organizar turnos para encargarse, los sábados, de la limpieza de las aulas ante la merma del presupuesto. ¿Hasta dónde podrá el voluntarismo resistir la embestida? Había que ajustarse el cinturón, claro, pero da la impresión de que nos están vendiendo recortes por liebre.

Un desmantelamiento que duele porque, a estas alturas, pocas convicciones políticas le quedaban ya a uno, salvo la defensa a ultranza de una educación y de una sanidad pública de calidad.

A diferencia de la barbaridad que soltó el jefe de la policía en Valencia esta misma semana, el “enemigo” suele ser invisible y, la verdad, muy poco ruidoso. El gran enemigo de una sociedad es la ignorancia. Y a esa, ni agua. H