Querido lector:

Si pudiera participar en la consulta lingüística que la Conselleria de Educación va a realizar hoy vía telemática entre los padres de Infantil y Primaria para que expresen su preferencia por el programa lingüístico del colegio, lo tendría muy claro: sin dudarlo, el inglés.

No obstante, mi voto no sería válido porque la elección es entre dos líneas, el programa en valenciano, que resultará abrumadoramente mayoritario en la provincia de Castellón si la gente vota a pesar de lo engorroso del sistema, y el programa en castellano. El inglés no va incluido como lengua base sino como tercera lengua con la que se impartirán algunas materias en ambos programas del proyecto de educación plurilingüe que se pretende implantar a pesar de la ya tradicional oposición de asociaciones, sindicatos y partidos políticos.

Pero, ¿por qué votaría el inglés si se pudiera? Sencillamente porque nuestro sistema educativo está creando analfabetos en idiomas extranjeros, en una anacronía alarmante con el tiempo que nos ha tocado vivir de flujos económicos y laborales internacionales y de globalización inmediata a través de las tecnologías de la comunicación.

Y es más. No está adaptado a las exigencias actuales ni parece que lo vaya a estar, porque cualquier cambio de los sistemas educativos resulta hoy por hoy imposible. Bien por la politización de la educación y de los colectivos implicados, bien por el corporativismo profesional docente o bien por la pobredumbre de pensamiento y el anquilosamiento intelectual de muchos, hacer reformas educativas es tarea tan ardua y difícil en este país que estamos abocados a un atraso muy peligroso. Es más, un retraso que ya se refleja perfectamente en todos los ránkings donde nos superan todo tipo de países con muchísima menos inversión en educación que la nuestra. Y un retraso que cada día que pasa se hace más insalvable.

Ni intercambios internacionales, ni profesorado preparado para dar clases en inglés, ni presupuesto, ni entendimiento entre partes para evolucionar... Así nos va.