Toalla, agua y protección solar para la piel son enseres prácticamente imprescindibles en las salidas a la playa o a la piscina. De las gafas de sol tampoco se olvidan quienes ya se han acostumbrado a llevarlas, pero que no suelen ser ni niños, ni personas mayores, aunque los especialistas advierten de que la protección de los ojos de la radiación solar es necesaria en todas las edades.

El ojo cuenta, por naturaleza, con sistemas de protección natural ante el impacto de la luz solar. Párpados, córnea, cristalino, y la propia pigmentación del iris protegen del exceso de luz. «Pero esos sistemas de protección natural no son suficientes frente a una exposición intensa a la luz del sol, especialmente en ciertas épocas del año, y en horas punta, como el mediodía, cuando la radiación solar es tres veces superior a la del resto del año», dice el oftalmólogo Joaquim Tarrús, del Hospital Josep Trueta de Girona.

En el caso de los niños y niñas, que pasan tantas horas durante el verano en piscinas, sumando a la luz directa del sol el reflejo de esta en el agua, los especialistas recomiendan más aún proteger sus ojos con gafas de sol.

Aún se considera superfluo, innecesario y, en cierto modo, una pijada o esnobismo, que los más jóvenes, y también las personas ancianas, lleven gafas de sol. Solo en las pistas de esquí se suele ver a menores llevándolas. «Pero la radiación solar es acumulativa, y el mayor daño para el ojo, igual que para la piel de su alrededor, es a largo término. Las consecuencias de una exposición solar del niño se observan al final de la edad adulta», expone.