Son las cinco de la tarde y los colegios cierran sus puertas. Ha llegado la hora de ir al parque. O a merendar a una cafetería. La escena se repite cada día: padres, madres y otros cuidadores pegados al móvil mientras los críos miran al cielo, se columpian, llenan cubos de tierra o juegan a la pelota. Si el pequeño intenta hablar con el adulto, este comparte su tiempo entre la pantalla y su hijo. ¿Es un gesto inocente y sin aparentes consecuencias? Para nada. Los expertos advierten: cuando los niños se conviertan en adolescentes, ¿con qué autoridad les vamos a decir que no se pasen todo el día mirando una pantalla?

El pedagogo Gregorio Luri insiste en que el principal órgano educativo no es el oído, sino el ojo. «Los niños aprenden con el ejemplo que ven en las personas que consideran valiosas, como sus padres. Da igual lo que estos les digan, lo importante es lo que ven los chavales». El especialista explica que no somos conscientes de la importancia de educar la atención, que es el «nuevo coeficiente intelectual». La atención --añade-- es la capacidad para mantener la actividad que se está realizando en ese momento, ya sea cocinar una paella o mirar a tu hijo. «Todos los seres humanos nos distraemos con rapidez, pero es algo que se entrena. A los hijos se les debe enseñar a mantener la atención», explica.

DAR EJEMPLO

Luri no pretende demonizar el móvil y recuerda que es una herramienta fabulosa para muchas cosas, entre ellas, aumentar nuestro conocimiento. Sin embargo, también es un instrumento con alta capacidad de devorar el tiempo (y nuestra atención). Volviendo a los padres, se pregunta qué ejemplo dan a sus hijos cuando, delante de ellos, se entretienen recorriendo pantallas compulsivamente. «¿Quién domina a quién? ¿Tú al móvil o el móvil a ti? Es importante recordar que todos los padres tienen el deber de dar ejemplo».

La pedagoga María Acaso no se muestra tan tajante. «Si vemos a un padre o una madre mirando el móvil en el parque con sus hijos nos parece mal. Pero si le vemos con un periódico o un libro de papel, ¿nos parecería mejor?», se pregunta con ironía. Luri responde que ojalá los padres leyeran en el parque más libros porque el libro «educa la atención y el móvil la dispersa». En todo caso, la especialista sí que recuerda la importancia de hacer un uso crítico del móvil. «El problema no es la herramienta, sino cómo la usamos. ¿La usamos para estar bien informados o para leer la vida de Belén Esteban?», dice.

Consciente de la adicción que puede suponer el móvil (sobre todo, las aplicaciones, donde los likes de las redes sociales implican descargas de dopamina), Acaso se muestra partidaria de marcar tiempos. En su casa, por ejemplo, se apagan los teléfonos por la noche y se encienden después de desayunar en familia (tiene dos hijas). «Cuando vamos al colegio, en el metro, tampoco lo miro. Es un momento para estar con mis hijas. Una vez que están en la escuela, lo enciendo. Así procuro darles ejemplo porque la educación del niño es el ejemplo que reciben de sus padres», concluye, recalcando que hay que aprender a convivir con la tecnología.