El actor argentino Federico Luppi ha fallecido en Buenos Aires debido a complicaciones derivadas de un golpe que se dio en la cabeza en una caída sufrida en su propia casa hace unos meses. Tenía 81 años y, aunque ya no gozaba del aplauso unánime de décadas atrás, trataba de seguir activo y preparaba una gira teatral por el interior de su país. La noticia del deceso ha provocado un fuerte impacto. Luppi fue una figura relevante del cine y la televisión en Argentina a partir de los años 60. Extendió luego su prestigio al resto de América Latina y España, donde vivió y trabajó varios años, y dejó su buena impronta en innumerables largometrajes.

Muchos lo recordaron siempre por su papel de Facón Grande en La Patagonia rebelde (1973), una película maldita censurada por peronistas y la última dictadura. Otros en cambio dirán que lo preferían como el insobornable sindicalista Pedro Bengoa de Tiempo de revancha, filme de Adolfo Aristarain que fue estrenado durante el régimen castrense.

No faltarán tampoco los memoriosos que relacionen a Luppi con otra cinta clave del cine argentino, El romance del Aniceto y la Francisca (1967), de Leonardo Favio. Brilló también en No habrá más pena ni olvido (1983), una de las películas clásicas de la posdictadura dirigida por Héctor Olivera, un viejo conocido del actor.

Luppi imponía su tono más allá del género. Podría estar en Plata dulce (1982), o, diez años más tarde, en Un lugar en el mundo, una película de Aristarain con José Sacristán, o en Martín (Hache), del mismo Aristarain, en torno a un expatriado alérgico a la nostalgia. Y siempre era Luppi, esa voz, ese cuerpo, esos ademanes.