Un equipo internacional de científicos ha logrado por primera vez detectar de manera directa las elusivas ondas gravitacionales, un fenómeno cuya existencia fue prevista hace un siglo por la teoría general de la relatividad, pero que el propio Albert Einstein consideró que nunca se podría confirmar puesto que estas imperceptibles ondulaciones apenas interaccionan con la materia. Las ondas gravitacionales son vibraciones que provocan deformaciones en el espacio-tiempo, el material de que está constituido el Universo.

Científicos del Instituto de Tecnología de California (Caltech), el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y el experimento detector LIGO han explicado en rueda de prensa que la observación se produjo el pasado 14 de septiembre, aunque no se ha informado de ello hasta ahora para tener la certeza absoluta. Lo mismo han comentado los responsables europeos del experimento VIRGO, situado cerca de Pisa (Italia), que han trabajado en colaboración con sus colegas de EEUU.

ENERGÍA EXPULSADA // Concretamente, los investigadores han podido determinar que las ondas proceden de dos agujeros negros gigantes --uno 29 y otro 36 veces más masivos que nuestro Sol-- que se fusionaron en uno solo hace 1.300 millones de años. El agujero resultante tiene 62 masas, tres menos de lo esperado, una circunstancia que los científicos atribuyen a que se convirtió en energía expulsada en forma de ondas gravitacionales.

“Completamos el legado de Einstein en el centenario de su teoría de la relatividad”, según han destacado los científicos. El descubrimiento se publicará en la revista Physical Review Letters.

Según propuso Einstein en 1915, las ondas gravitacionales se forman de resultas de la aceleración de cualquier objeto con masa. Sin embargo, solo en el caso de algunos de los sucesos más violentos del Universo, como explosiones de supernovas, fusiones de agujeros negros y estallidos de rayos gamma, tendrían suficiente entidad como para poder llegar a la Tierra y ser detectadas.

De forma poética, estas ondas, que se propagan a la velocidad de la luz distorsionando el tejido del espacio-tiempo, son comparadas a menudo con el efecto que una piedra ocasiona cuando es lanzada sobre un lago. Cuanto más lejos están las ondas, más débiles son. La información que disponemos actualmente del Universo procede del espectro electromagnético que desprenden los objetos, desde la luz visible al infrarrojo, pero las ondas gravitacionales ofrecen una nueva visión. “Hasta ahora siempre hemos observado el Universo con el sentido de la vista --resume Carlos Sopuerta, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC), en Barcelona--, pero con las ondas gravitacionales abrimos un camino para oír su sonido”. H