El ruido informativo y los tambores de guerra nos aturden, pero ahí está Bastille para suministrarnos un espacio de luz, color y estribillos reconfortantes en tiempos de confusión. Esta es la idea que envuelve su segundo disco, ‘Wild world’, que dio cobertura, este domingo, a un concierto con voluntad euforizante en el Sant Jordi Club.

La banda británica irrumpió en el 2013 con el celebrado ‘Bad blood’, manejando un pop de superproducción, con electrónica bailable y épica rockera, menú al que da continuidad en su nueva obra. Envolvió su actuación en un espectáculo audiovisual que recreó en las pantallas un informativo imaginario, ‘Wild world communications’, con su presentador catatónico y sus mensajes ‘orwellianos’.

Ante la charlatanería y el anuncio del apocalipsis, canciones que invitaban al público a cerrar filas y cantar como si se acabara el mundo. La primera, ‘Set them off!’, una de las mejores, se llevó la sala por delante con sus aparatosas zancadas y sus invocaciones a la libertad. El cuarteto, con un quinto miembro a las guitarras y teclados, y un trío de metales, pero con alta fidelidad: Bastille se ajusta tanto a los registros grabados que es posible identificar sus versiones en directo con aplicaciones como Shazam.

FELICIDAD COMPARTIDA

El cantante (y compositor), Dan Smith, buscó el cuerpo a cuerpo con los fans saltando a la pista en ‘Flaws’ y subiendo a las gradas en ‘Two evils’. Se trataba de transmitir calor, buscar la empatía,repetir en voz alta que somos rematadamente felices juntos. Canciones que forzaban la realidad a través de estribillos grandiosos, de ‘Laura Palmer’ a ‘The currents’, y dosificados momentos de introspección con pretensiones: ‘Four walls (The ballad of Perry Smith)’, por la que Smith pidió disculpas dado que es “extremadamente depresiva”. O aburrida, cabría apuntar.

Quizá el problema de Bastille sea que sus poderes se concentran enunas pocas canciones certeras y llenar un concierto de cerca de dos horas con tanta música sobreproducida de inspiración irregular deja a la vista sus limitaciones. Las disimularon, eso sí, cuando, a partir de la discotequera ‘Of the night’ (con el préstamo del clásico ‘eurodance’ ‘Rhythm of the night’, de Corona), acudieron a sus dos principales ‘hits’, ‘Good grief’ y ‘Pompeii’, luciendo músculo y rictus de victoria.