Catalina Middleton, la nueva estrella de la familia real británica, cumplió ayer 30 años, sin que la prensa británica, siempre con el colmillo afilado, haya podido reprocharle el más mínimo desliz. Su cuñado, el príncipe Harry y su hermana, Pippa, le habrían preparado, según creían saber hace días las revistas del corazón, un fiestón, que iba a ser bien sonado. Pero llegado el día, los portavoces reales dejaron la cosa en una celebración "privada y discreta", a puerta cerrada y seguramente con familiares y amigos, sin dar más detalles.

La noche anterior, Kate, como la siguen llamando los británicos y su marido, el príncipe Guillermo, habían sido los invitados de honor en el estreno de gala de War Horse (Caballo de guerra), de Steven Spielberg. La película, especialmente lacrimógena, no dejó indiferente a la duquesa.

Spielberg contó después, como su esposa, la actriz Kate Capshaw, le pasó un kleenex a Catalina. "No me quise meter y no la miré, pero según mi visión periférica, sus ojos estaban húmedos". Spielberg también reconoció que no se había puesto al día sobre las normas de etiqueta real. "Tiene que haber algo espontáneo esta noche", respondió, "lo que significa que si doy un paso en falso, será un paso en falso de verdad".

Al estreno también asistió pisando con mucha propiedad la alfombra roja, Joey, el caballo protagonista del filme. La ocasión sirvió para desmentir la leyenda de que la esposa de Guillermo tiene alergia a los equinos y no puede acercarse a ellos. "Jamás hemos tenido noticia de que la duquesa tenga un problema con los caballos y ella está ahora muy en contacto con ellos", indicó un portavoz.

Una vez más la futura reina consorte supo elegir un modelo muy favorecedor de encaje negro, largo hasta los pies de Alice Temperley. Nueve meses después de su boda presenciada por 2.000 millones de telespectadores, Catalina, con su eterna sonrisa, acapara las portadas de las revistas de moda y su estilo es imitado en todo el mundo.

Hasta el momento sus actividades públicas han consistido en una quincena de actos oficiales en el Reino Unido, más una gira por Canadá y una visita a California. También se ha convertido en la madrina de varias asociaciones caritativas, muy en la línea del trabajo realizado por la princesa Diana. El matrimonio fijará su residencia en el Palacio de Kensington, donde Guillermo pasó su infancia. De momento el príncipe debe retornar esta semana a su puesto como copiloto de helicópteros, en Anglesey, donde reside la pareja. Y por supuesto, los diarios populares estudian detenidamente en cada una de las apariciones de Catalina, si su cintura de avispa ha aumentado un par de centímetros, para lanzar los rumores de embarazo. Con la entrada en la treintena, la presión sobre la duquesa para traer al mundo un futuro heredero irá irremediablemente en aumento.