Si la biología ha almacenado ingentes cantidades de información en el ADN celular, por qué no copiar a la biología y utilizar tejidos vivos como disco duro. Esta es la premisa que ha inspirado a los científicos desde hace unos años y que ha culminado una pareja de investigadores del Centro de Genómica de Nueva York y la Universidad de Columbia para lograr el último gran hito de la informática: conseguir que las células puedan ser nuestro próximo repositorio de información. Un reto trascendental si se tiene en cuenta la extraordinaria capacidad del ser humano y sus sistemas informáticos de generar datos y el reto de cómo guardarlos y convertirlos en una información comprensible.

La carrera por lograrlo comenzó en la década de 1980, cuando se formuló la nanotecnología, que ideó que los ordenadores podían reducirse a escala microscópica. Los constructores de hardware han logrado concentrar en componentes cada vez más pequeños el máximo de información y capacidad de cálculo.

CAPACIDAD // La cuestión de la capacidad de cálculo compete a los procesadores y se está investigando ya en el terreno de la física cuántica, como los ordenadores cuánticos en los que trabaja IBM. La del almacenamiento acaba de conseguir el prometedor descubrimiento del equipo compuesto por Yaniv Erlich, un investigador de la Universidad de Columbia, y Dina Zielinski, del Centro de Genómica de Nueva York.

Erlich y Zielinski han conseguido almacenar en ADN celular seis archivos digitales de una capacidad de 2.180 terabytes y volverlos a recuperar sin pérdidas. Es decir, han logrado una técnica que hace que la secuencia biológica se comporte como lo haría un disco duro o una memoria flash, permitiendo grabar y volver a leer la información. Pero con la diferencia de que el ADN es 12 millones de veces más compacto que un disco duro, puede durar muchísimo más tiempo que cualquier otro soporte físico y no quedará nunca obsoleto, porque forma parte de la vida. Además, no es sólido sino líquido.

La técnica, llamada DNA Fountain (la fuente del ADN), ha permitido almacenar información con una densidad de 215 millones de gigabytes (215.000 veces el terabyte, que es la unidad de capacidad de los actuales discos duros comerciales) en un gramo de moléculas. Lo más curioso es que para comprimir los datos adaptaron un algoritmo desarrollado en origen para llevar señal de vídeo a un teléfono móvil.

Según sus autores, el experimento solo ha aprovechado el 14% de la capacidad de almacenamiento del ADN, pero aun así, esto supone el 60% más de eficiencia que en trabajos anteriores, algunos de los cuales, el de la Universidad de Harvard del 2012, se dejaron los sonetos de Shakespeare y citas de Martin Luther King por el camino. El gran logro del experimento es la técnica, que ha logrado que el sistema de relectura sea el 100% fiable.

En este primer experimento, los investigadores crearon una auténtica cápsula del tiempo: la primera película de los hermanos Lumiére, La llegada del tren a la estación de La Ciotat; el código de un sistema operativo gráfico, un texto del año 1948 de Claude Shannon, el teórico del almacenamiento digital de la información, además de una placa Pioneer y un virus informático.