La luz artificial que emana de las ciudades no solo nos impide disfrutar de las estrellas, sino que afecta a nuestra salud, a las plantas, a los animales y a los microorganismos y, sin embargo, no para de crecer: la noche es cada vez más luminosa. Así lo advierte un estudio publicado en Science Advances y liderado por Christopher Kyba, del Centro de Estudios Geológicos de Potsdam, y en el que ha colaborado Alejandro Sánchez de Miguel, del Instituto de Astrofísica de Andalucía. EFE