Aurora Boucher ha sufrido dismenorrea (menstruación dolorosa) desde la primera regla. “Me afectó muchísimo y pensé que yo no quería ser mujer”, rememora. Desde entonces, su vida ha estado marcada por el periodo, hasta el punto que ya en el colegio tenía que ausentarse los días con más molestias, lo que provocaba“comentarios desagradables” por parte de algunos de sus profesores.

También en la universidad tuvo problemas y se veía obligada a presentar informes médicos para justificar sus reiteradas ausencias. En su incorporación a la vida laboral, al principio tuvo suerte. Tuvo un jefe que la permitía volverse a casa cuando aparecía la temida regla, pero todo cambió cuando comenzó a trabajar como directiva hace seis años en una multinacional con sede en Catalunya. Su dolencia por aquel entonces se había incrementado, conpunzadas en ocasiones similares a las del parto e infecciones de orina y problemas digestivos asociados, pero aún sin un diagnóstico de su enfermedad.

AVISO DE LOS SUPERIORES

“Nada más comenzar en esta empresa me hicieron el clásico comentario de que ningún directivo se cogía bajas”, relata. Ante esta advertencia, los días que peor se encontraba, comenzó a consumir días de libre disposición pero levantó las sospechas de sus superiores, que la citaron a una reunión, donde el aviso fue mucho más directo: “En esta empresa el 80% son mujeres y si todas se marcharan a casa cuando tienen la regla, no podría funcionar”.

Ante esta situación, Aurora dejó de ausentarse, lo que la obligaba a pasar muchas horas sufriendo, en silencio, en los baños de la compañía. Los días que ya no aguantaba más, se marchaba, pero se los apuntaba de sus vacaciones, hasta el punto de que un día, en una feria en el extranjero, se desmayó y fue entonces en urgencias cuando primero la dijeron que tenía un tumor y tras las pruebas le diagnosticaron endrometriosis.

Desde entonces lleva año y medio de baja, después de dos operaciones y dolencias que incluso la impiden andar con normalidad, pendiente de que un tribunal médico le conceda la incapacidad temporal o el alta. La comunicación con su empresa ya no existe y con sus actos le han dado a entender que ya no cuentan con ella.

Tras años de sufrimiento, su conclusión es clara: “Los jefes y la gente creen que es cuestión de esfuerzo, pero cuando no te puedes levantar de la cama es que no te puedes levantar, no es cuestión de aguantar y punto”. Por eso, en su opinión, que se estableciera en España una baja para mujeres con dismenorrea evitaría que muchas personas pasaran por su calvario.