La ciudad colombiana de Mocoa vive sumida en el caos desde que en la madrugada del sábado una avalancha de lodo terminara con la vida de más de 262 personas. Decenas de socorristas buscan todavía entre una espesa capa de lodo heridos y cadáveres arrastrados por la peor de las avalanchas que ha asolado la capital del departamento selvático de Putumayo. El río Mocoa y sus afluentes Sangoyaco y Mulatos formaron riadas de agua, lodo, piedras y árboles que arrasaron los 17 barrios de esta ciudad de unos 45.000 habitantes situada en el sur de Colombia, en la frontera con Ecuador. Entre los 262 muertos que se cuentan hay al menos 43 menores; y otros 262 heridos «ya han sido atendidos y los casos de mayor gravedad (68) han sido traslados a centros médicos», según la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres.

«NINGúN DESAPARECIDo» // El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, aseguró que no tienen por el momento «ninguna persona oficialmente declarada como desaparecida» pese a que por la zona deambulan numerosas personas buscando a familiares y amigos de quienes no saben nada desde la noche del viernes.

«Tenemos un reto grande que es el de continuar con la búsqueda de desaparecidos, por eso hay 400 expertos por la cuenca (de los ríos). Además estamos apoyándonos por vía aérea con helicópteros y tenemos un soporte acuático en Puerto Guzmán y Puerto Limón con unos botes inflables», ha asegurado el director de la UNGRD, Carlos Iván Márquez.

AYUDA AÉREA // Ante la magnitud de la catástrofe, al aeropuerto de Villagarzón, que dista unos 40 minutos por carretera desde Mocoa y normalmente recibe solo vuelos comerciales, no paran de llegar aviones y helicópteros militares con socorristas, medicinas, alimentos y herramientas para la retirada de escombros.

La región del Putumayo, aislada por años de conflicto armado y el cultivo de coca, ha visto cómo la falta de infraestructuras y la falta de suministros ha agravado la tragedia provocando limitaciones para la llegada de la ayuda humanitaria por tierra. «Los puentes quedaron destruidos, las vías hacia Huila quedaron intransitables, estamos cercados», reconoció el alcalde de la ciudad, José Antonio Castro.

En la ciudad, la morgue es incapaz de albergar más cadáveres y muchos esperan en el cementerio a ser identificados.

Una de las primeras en recibir los restos de seres queridos fue la familia de Delcy Rosero Ruiz, una mujer de 26 años que murió tratando de salvar a su hijo de 7 cuando la avalancha avanzaba con fuerza descomunal por su barrio. «Por donde mi hermana y mi mamá vivían pasó la avalancha y destruyó todas las casas, se llevó todo, no quedó nada», relata Yulian Marcela Rosero Ruiz, hermana de la fallecida.

Cuando la riada era inminente, Delcy Rosero logró salir de su vivienda en una motocicleta con su hijo Darío, de 3 años, al que pudo poner a salvo, y regresó a casa a buscar al de 7, pero se la llevó la corriente cuando intentaba escapar con el niño. El pequeño está vivo, pero el mayor es otro motivo de angustia porque su nombre está en una lista de menores socorridos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), pero nadie da razón de él.