Las cuatro denuncias por agresiones sexuales en la noche de Sant Joan registradas en Cataluña, tres de ellas en Barcelona y una en Palamós, sumada a otro presunto caso en El Puerto (Cádiz) y a la presentada por una presunta violación múltiple cometida en una discoteca de Molins de Rei en mayo, por la que hay cuatro jóvenes detenidos y dos investigados, renuevan el debate. ¿Se han incrementado las violaciones o han aumentado las denuncias, consecuencia de la mayor concienciación ante este tipo de agresiones?

La cuestión queda en el tintero, pero de lo que no dudan los expertos es de que el caso de la Manada ayudado a una mayor preocupación social y visibilización de los ataques. La consecuencia es que las víctimas se sienten más apoyadas a la hora de denunciar este tipo de delitos y se rompen estigmas. El rechazo generalizado en una sociedad más concienciada es un arma a su favor.

«Aunque la respuesta judicial en este caso no ha sido la esperada, su impacto ha ayudado a poner a la calle en contra de esta violencia», expone Amalia Fernández, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis. Además, agrega la abogada, la atención mediática, unida a las manifestaciones del 8-M y movimientos contra la violencia machista como #Metoo, obligan a los poderes públicos a ponerse las pilas y llevar el fenómeno a la agenda política. La contrapartida, según Fernández, es que el fallo de la violación múltiple ocurrida en los Sanfermines del 2016 en Pamplona puede retraer a algunas denunciantes a sufrir el calvario de revivir los hechos. «Alguna víctima puede pensar que no merece la pena ante la benévola sentencia de la Manada».

Desde el ámbito clínico y sociológico, expertos como María Isabel Menéndez, investigadora de violencia contra las mujeres, apuntan a una correlación, especialmente en el caso concreto de las agresiones grupales, entre el auge de este tipo de delitos y el consumo de una pornografía que reitera los patrones de sumisión de la mujer y que tiende a ser cada vez más violenta.