Las pruebas de ADN han demostrado finalmente que Carlos Iglesias es el quinto hermano Koplowitz e hijo de Ernesto Koplowitz Sternberg, padre de las empresarias Alicia y Esther Koplowitz. "Estoy feliz por el reconocimiento de la realidad", aseguró el pasado martes después de salir del Juzgado de Primera Instancia número 49 de Madrid, en donde se celebró la vista para estudiar la demanda de filiación.

Carlos, que es funcionario y vive en Suiza, nació fuera del matrimonio, fruto de una relación del empresario con la venezolana Albertina Rangel. El vástago presentó una demanda de filiación en el año 2000, que se archivó por un defecto procesal. Pero años después la volvió a plantear. El juzgado ordenó en el 2011 la exhumación de los restos del empresario y ahora, Carlos se ha visto recompensado con una prueba fehaciente.

Con ello, el constructor es padre de las hermanas Alicia y Esther --fruto de su matrimonio con Esther Romero--, de Ernesto e Isabel Clara --nacidos de una relación con Isabel Amores, y de Carlos Iglesias.

Aunque a la vista no acudieron sus hermanas, Iglesias agradeció "de manera clara y sincera" el apoyo que ha recibido de sus hermanas Alicia y Esther a lo largo de su vida, "aunque nunca han tenido la obligación".

Quien sí le acompañó en esta importante y definitiva cita fue Ernesto hijo, quien manifestó a la salida del juzgado que la prueba de ADN había confirmado en un 99,9% que Carlos Iglesias sí es hijo de Ernesto Koplowitz Sternberg, al tiempo que subrayó: "A pesar de todas las oposiciones recalcitrantes por parte de mis hermanas, Carlos lo ha ganado".

Tras apuntar que no ha intentado hablar con sus hermanas de este asunto, Ernesto reconoció la "enorme tenacidad" de Carlos, aunque intuyó que también "debe sentir y tener conflictos de sentimientos encontrados". Asimismo, lamentó "enormemente" que sus hermanas Alicia y Esther no hicieran acto de presencia en el Juzgado, pero no quiso calificar esta decisión.

Ernesto hijo no solo expresó su apoyo "absoluto" a Carlos, sino que fue él quien le trajo de Venezuela cuando era un niño y solo tenía ocho años. También fue él quien le pagó su educación en Suiza, le consiguió trabajo en la Fundación Koplowitz y se ocupó de él "como si fuera un padre". Por todo esto, no es difícil deducir que demostrara su alegría porque Carlos "haya conseguido por fin lo que se merece todo el mundo, que es el derecho a ser uno mismo".

Por último, y con respecto a su padre, el empresario Koplowitz, opinó que estaría "muy contento" con este resultado.