El síndrome de inmunodeficiencia humana (sida) fue un problema médico minoritario y desconocido para la inmensa mayoría de la población hasta 1981, cuando en San Francisco (California, EEUU) se empezó a difundir la detección deun radical fallo del sistema inmunológico en colectivos de personas que coincidían en ser homosexuales, adictos a la heroína inyectada o hemofílicos. Muy pronto se vio que la infección se transmitía con el semen en las relaciones sexuales, y con la sangre.

En apenas tres años, esos enfermos sufrían un cúmulo insoportable deinfecciones gravísimas -tuberculosis, citomegalovirus que los dejaba ciegos, sarcomas y distintas formas de cáncer simultáneos-, que adquirían y sufrían sin que nada pudiera evitarlo. Su cuerpo quedaba a expensas de cualquier ataque infeccioso: lo desarrollaba y moría, en un espacio cortísimo de tiempo, de unos tres años a veces, que llegó a aterrar a la humanidad.

Los tres colectivos citados empezaron a ser estigmatizados, aislados o marginados en muchas ocasiones, en especial en Europa y EEUU. El proceso que caracterizaba al sida era mortal, rápido e incurable. Y se desconocían su origen.

IDENTIFICACIÓN DEL VIRUS

En 1983, el virólogo francés Luc Montagnier identificó la causa del proceso que causa el sida: comprobó que la inactividad inmunológica de las personas con sida se debía a que las células inmunológicas CD4, uno de los grupos de leucocitos que habitualmente repelen los virus y bacterias infecciosos que atacan a los humanos sanos, eran invadidas, en esos individuos, por un virus similar al que causa inmunodeficiencia en monos: un virus de inmunodeficiencia humano (VIH). El hallazgo de Montagnier fue absorbido y desarrollado de inmediato por el biólogo Robert Gallo, de Conneticut (EEUU), y ambos iniciaron un contencioso que acabó con el reparto del mérito de tan trascendental avance entre ambos científicos.

La invasión de las células CD4 por el VIH, observaron los investigadores, era de tal profundidad que impedía cualquier intervención farmacológica. El VIH entra en el núcleo celular y pasa a formar parte de su genoma. Desde entonces, es inseparable e indistinguible de él, y con esa característica procede a invadir al resto de células CD4 del organismo, tantas como este produce. El VIH se propaga a una velocidad de unos 10 millones de copias de sí mismo por hora, desde el interior de las células inmunológicas con que se ha mimetizado. Algunas de esas células, además, quedan en latencia, no se propagan. Son los denominados reservorios del virus, inaccesibles, aún hoy, a los fármacos que desde 1993 consiguen eliminar el VIH de la sangre circulante de los infectados. Desde esos reservorios surge y resurge la infección, que sigue siendo incurable.

LLEGAN LOS FÁRMACOS

En 1993, aun en fase incipiente de investigación, se dio a conocer el primer fármaco antirretroviral que empezó a frenar la destrucción inmunológica, y la muerte, que hasta entonces caracterizaron al sida. La población afectada que accedía a tratamiento pasó a ser denominada seropositivos, o infectados por el VIH, ya que, mientras tomaran esos o alguna combinación formada con la docena de familias de fármacos antirretrovirales desarrollados desde entonces, no llegan a desarrollar el sida, aunque sufren la infección por el VIH.

En Europa, los sistemas sanitarios públicos han incorporado y financiado, desde su inicio, los fármacos antiVIH que han ido surgiendo. En EEUU, lo financian las pólizas sanitarias de quienes pueden asumir el elevadísimo coste que caracteriza a los medicamentos contra el sida. En el resto del mundo, el acceso a estas terapias ha sido tremendamente desigual o inexistente.

Gracias a colectivos filantrópicos impulsados por fundaciones privadas, la distribución de antirretrovirales se ha ido expandiendo por el mundo menos desarrollado. Se trata de fundaciones como la que dirigen Bill y Melinda Gates, o, posteriormente, el Fondo Global contra el Sida, que bajo los auspicios de ONUSIDA, entidad de Naciones Unidas que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS), emprendieron Nelson Mandela y Bill Clinton, entre otros, y que cuenta con la financiación de numerosos gobiernos. Este reparto no alcanza, ni mucho menos, a todos los infectados por el VIH.

EXPANSIÓN ACTUAL

En el 2016, informa Onusida, accedieron a terapia antirretroviral 18,2 millones de infectados por el VIH. En el mundo viven con este virus36,7 millones de personas. Ese año sufrieron infección -nuevos contagios- 2,1 millones de individuos. En el 2016, fallecieron por sida 1,1 millones de personas. Desde 1983, el VIH ha acabado con la vida de 35 millones de infectados.

En España se considera que sufren infección por el VIH 150.000 enfermos -unos 35.000 en Catalunya-, que acceden a terapia antirretroviral en el momento en que se detecta su infección. Suele suceder dos o tres años después del contagio, cuando su inmunidad falla y sufre infecciones difíciles de explicar.

Los fármacos deben tomarse a diario e indefinidamente, ya que el VIH se replica y multiplica en la sangre que ha invadido a la velocidad citada anteriormente. No existe vacuna preventiva. Se ensayan varios prototipos de vacunas terapéuticas, dirigidas a reducir la toma diaria y obligada de fármacos para los ya infectados por el virus que causa el sida. La existencia de tratamientos que reducen la cantidad de virus circulante en la sangre, y su distribución pública, ha provocado que, en España especialmente, las generaciones más jóvenes hayan perdido el temor a una infección por el VIH.