España es, junto con Italia, el país de la Unión Europea que más gasta en alumbrado público por habitante y es el mayor foco de contaminación lumínica en Europa, explica el doctor en astrofísica y colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid Alejandro Sánchez.

El astrónomo, que trabaja en el Instituto de Ecología y Sostenibilidad de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y asesora a la asociación Cel Fosc contra la Contaminación Lumínica, dirige la iniciativa Cities at Night que, apoyada por la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), mide a través de un satélite los niveles de concentración de contaminación lumínica en el mundo.

Según concluye su investigación Variación espacial, temporal y espectral de la contaminación lumínica y sus fuentes, los estados miembros que más dinero dedican a iluminar sus municipios son Italia, con alrededor de 987 millones de euros (con datos del 2015), y España, cuyo coste total asciende a 955 millones de euros.

Sin embargo, Sánchez matiza que para esta última cifra se calculó un margen de error del gasto en alumbrado público estimado en España «bastante amplio», de hasta 300 millones de euros.

«Este hecho se debe a que, en estos momentos, la tarifa eléctrica la negocia cada municipio de forma independiente», aclara este experto, y añade que «en el 2008 el Ministerio de Industria dejó de hacer estadísticas sobre el alumbrado público». De lo que no queda duda es que España es el país de la UE que más brilla por contaminación lumínica, sostiene Sánchez, y aduce que Madrid es la ciudad europea con más polución de este tipo.

TECNOLOGÍA LED // Como respuesta, muchos ayuntamientos han sustituido las lámparas de alta presión de sodio de sus farolas por luces LED, de bajo consumo, una medida con la que también se busca garantizar una mayor eficiencia energética.

Sin embargo, la medida ha sido cuestionada por un grupo de organizaciones conservacionistas y astronómicas tales como la asociación Cel Fosc, Ecologistas en Acción o la Sociedad Española de Astronomía, entre otras.

La crítica radica en que, según Sánchez, en que la tecnología LED «podría agravar la situación», pues su luz es de por sí más azul, que no solo es peor para la salud sino que se dispersa más en la atmósfera, por lo que las bombillas deberían ser de color ámbar para realmente reducir la polución, argumenta Sánchez.

«La excesiva y mal orientada iluminación de una ciudad afecta a las especies de todos los ecosistemas, en tanto que las desorienta y altera sus biorritmos», defiende Pedro Luengo, portavoz de Ecologistas en Acción.

Además, «diversos estudios señalan que la contaminación lumínica aumenta las probabilidades de contraer ciertos tipos de cáncer, así como trastornos de sueño», añade Luengo.