Si el pensamiento puede corromper el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento». Como anticipó George Orwell en 1984 en la era de la sobreinformación, el márketing político y la propaganda, controlar los altavoces mediáticos se han convertido en una herramienta imprescindible para marcar el debate público. Las redes sociales han abierto la puerta a la interconexión mundial en una ágora de debate pero también a unos niveles de desinformación imposibles de concebir hace una década.

Conscientes de la fuerza bélica de una información que sirve para desestabilizar al enemigo, las grandes potencias europeas encaran junto a las empresas tecnológicas el controvertido reto de controlar ese problema.

MULTAS DE 50 MILLONES // Alemania es uno de los países más activos para frenar las llamadas fake news (noticias falsas). La ley fuerza a las redes sociales a eliminar todo aquel contenido delictivo de sus plataformas en 24 horas o a enfrentarse a multas de hasta 50 millones de euros en caso de incumplimiento. El gobierno de Angela Merkel pretende frenar los bulos que han dado alas al partido xenófobo Alternativa para Alemania (AfD). Una estrategia que despierta dudas legales y refuerza el discurso de la ultraderecha, que se vende como perseguida por el sistema.

Sin embargo, esa legislación, una de las más duras del mundo, ha levantado muchas sospechas. La oposición y la prensa la han visto como una herramienta de censura que puede vulnerar pilares democráticos como la libertad de expresión. La amenaza de sancionar a las grandes tecnológicas, temen los expertos, puede llevar a esas plataformas a censurar siempre en caso de duda. Muchos expertos coinciden en apostar por alternativas menos punitivas como la educación digital o la verificación, que en España asumen proyectos como Maldito Bulo.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN // Como en todo el mundo, Berlín se enfrenta al problema de regular un campo que se supone abierto como es internet para eliminar contenido criminal sin afectar a la libertad de expresión. En París, la propuesta del presidente Emmanuel Macron de bloquear la propagación de información falsas en períodos electorales también es recibida con escepticismo.

En los dos últimos años el fantasma de la injerencia rusa ha planeado sobre las elecciones de potencias occidentales como los EEUU, donde se apoyó la candidatura de Donald Trump, o el Reino Unido, donde se dio alas a los partidarios del brexit.