El año que viene, Isabel Coixet -la cineasta con más premios Goya (tiene ocho)- se presentará en la gala del cine español en pijama. Y, posiblemente, sin maquillar. Este año ya lo pensó y lo propuso a sus colegas. Nadie la apoyó salvo Leticia Dolera. La actriz y realizadora acudió a la gala con traje y zapatos planos para «dejar claro a las niñas que también se puede ir elegante» prescindiendo de los consabidos tacones. También dejó claro que la velada fue «un campo de nabos maravilloso» porque por más protesta feminista que hubiera, en la ceremonia -presentada por dos hombres- los nominados eran mayoría frente a las nominadas.

No salieron especialmente vencedores ellos, los maestros de ceremonia. El ritmo de los chanantes Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla falló por todas partes. Su humor blanco no conectó ni con la gente del cine ni con los telespectadores. No encontraron el respaldo ni de sus propios fans.

QUEDA MUCHO CAMINO // Una vez finalizada la (muy aburrida) gala --donde la película en euskera Handia arrasó con diez trofeos-- Coixet sentenció que «lo que ocurre en la calle siempre se ve reflejado en los Goya». Por eso, la velada se tiñó de reivindicación feminista. Hubo discursos-protesta (como el de la vicepresidenta de la Academia, Nora Navas) y una marea de abanicos rojos con el lema Más mujeres, repartidos por la asociación de cineastas CIMA. En todo caso, ¿calará en la industria el mensaje?

«Nos falta mucha tela para llegar a la igualdad. No sé si esto servirá para algo», advirtió Coixet, vencedora de la gala con tres galardones (película, dirección y guion adaptado) para La librería, cinta en inglés que, precisamente, muestra a una mujer sola frente al mundo que se empeña en montar una tienda de libros en su pueblo. «No me esperaba el éxito, de verdad», admitió la realizadora, que quiso homenajear a la gente que lee y va al cine.

Todos los galardonados opinaron igual que la reina de la noche: hay que seguir trabajando a favor de la igualdad. «Está muy bien que estas cosas pasen un día, pero hay que hacer más cosas. Y no solo en el cine sino también en la sociedad. Ahí tenemos a Mariano Rajoy que el otro día en una entrevista escurrió el bulto sobre si era necesario tomar medidas políticas para equiparar los sueldos de hombres y mujeres con el mismo puesto de trabajo», valoró Javier Gutiérrez (mejor actor por El autor), totalmente partidario, como Coixet, de las cuotas para imponer la igualdad.

A Gutiérrez se le vio molesto cuando un periodista preguntó por la escena en la que pone los genitales en la mesa. «En El autor hay una mujer de 50 años (Adelfa Calvo, Goya a la mejor actriz de reparto) que se desnuda y nadie dice nada. A mí me parece muy valiente. Alguna gente se refiere a El autor como una película machista y me parece injusto», dijo.

Nathalie Poza (Goya a la mejor actriz por No sé decir adiós) destacó que la reivindicación feminista de la fiesta del cine solo servirá para algo si se sigue luchando por los objetivos. «Ojalá no se quede en cuestión de un día. Ojalá sigamos hablando y cambiando las cosas», advirtió.

A Carla Simón no se la vio especialmente decepcionada. Y eso que muchos confiaban en que en la sutil y luminosa Estiu 1993 fuera la gran triunfadora. Conquistó, eso sí, el Goya a la mejor dirección novel y otros dos cabezones para sus actores: Bruna Cusí y David Verdaguer. La realizadora debutante opinó que la reivindicación de la gala no era suficiente: «Necesitamos tiempo para cambiar las cosas desde la política. El hecho de que haya más mujeres haciendo cine es un proceso largo, un trabajo de años».

Una vez mantenidos los encuentros con la prensa tras la gala, los premiados se lanzaron al cóctel para engullir canapés.