Hace casi 5 años, en septiembre de 2012, publicamos en Save the Children “Atrocidades ocultas”, un informe en el que recogíamos testimonios de niños sirios que habían sido el blanco de ataques brutales y habían visto morir a sus padres, hermanos y a otros menores. La guerra de Siria cumplía su primer año. Entonces denunciamos que los niños estaban profundamente traumatizados al ser testigos de las torturas, muertes y otras atrocidades cometidas en la guerra y pedíamos a Naciones Unidas que documentase las graves violaciones de los derechos humanos que se estaban produciendo.

Ahora, en 2017, y con un equipo operativo en Siria y en países vecinos que supera las 1000 personas, y después de haber atendido a más de 2 millones de niños, volvemos a publicar, como cada año desde que comenzó este conflicto, otro informe; esta vez bajo el título “Heridas Invisibles”, el más exhaustivo y completo que existe a fecha de hoy sobre la angustiosa realidad del daño de esta guerra en la salud mental de los niños y niñas. Daños profundos que no salen en las estadísticas, una onda expansiva de la guerra que les acompañará durante muchos años, aunque las bombas dejen de sonar.

El informe es una mirada sin filtros de la infancia sobre la guerra, bajo las bombas y el asedio militar en el que viven. 458 niños y niñas nos traducen su miedo, su angustia y su agonía. Miedo y angustia en forma de daños psicológicos que pueden ser irreversibles. Realidades como el "estrés tóxico", que se define como la “forma más peligrosa de reacción al estrés" y que tiene lugar cuando los niños experimentan el peligro de una forma tan dura, frecuente y prolongada. Este “estrés tóxico” puede tener un impacto para toda la vida sobre la salud mental y física de los niños.

Un país, una sociedad, una generación entera y una segunda que va en camino, donde el 84% de los niños afirman que su banda sonora diaria son los bombardeos y el fuego de artillería. O donde la mitad de los niños dejan de ir a la escuela porque no se sienten seguros allí. Un niño que deja de ir al colegio deja de ser un niño, y si además lo hace por miedo se convierte en un trauma de muy difícil recuperación. Se trata de una muerte en vida. Esto lo confirman el 89% de los adultos que entrevistamos. Pocas cosas más crueles existen que un padre o una madre sean testigos directos del impacto implacable del miedo sobre sus hijos.

Antes de la guerra sólo existían 30 centros dedicados a la salud mental en Siria. Actualmente, casi la totalidad de estos centros están destruidos o seriamente dañados. Lo mismo ocurre con médicos y profesionales sanitarios, la mayoría de ellos han sido asesinados o han huido del país. Hoy apenas quedan 70 psiquiatras o psicólogos especializados en Siria para poder abordar la “infinita” misión de atender a 6 millones de niños dentro del país.

Sólo es posible empezar a reparar este daño si acaba la guerra en Siria. Mientras los bombardeos y fuego de artillería sean la realidad diaria, nada cambiará. Mientras eso ocurre, el fin inmediato de los ataques a escuelas y hospitales, así como el cese de las tácticas de asedio y el acceso humanitario sin restricciones a todas las áreas para que organizaciones como Save the Children y otras podamos hacer nuestro trabajo, son las necesidades más urgentes.

Miro hacia atrás 5 años y leo los testimonios de nuestro primer informe, “Atrocidades ocultas” y leo hoy los testimonios de los niños del actual informe “Heridas Invisibles” y sólo una certeza ha resistido al tiempo; ninguna guerra, nunca, tiene justificación ni defensa posible.