Un bar no es solo el lugar al que te vas a tomar el café y el cruasán cada mañana. No, es mucho más que eso. "Un bar es un 'imago mundi', una especie de reproducción exacta del macrocosmos". Dicho de otro modo, un universo. "En un bar tú entras, te sientas, y al lado tuyo puede haber un asesino, un director de banco, una persona que cambiará tu vida para siempre o alguien que en cuanto le mires te mata. Un bar es la vida". Lo dice Álex De La Iglesia, que de bares sabe tres o cuatro cosas, más que nada porque, como no tendrá reparo en reconocerle a quien pregunte, a lo largo de su vida ha visitado unos cuantos.

Eso automáticamente nos lleva a su decimotercera película, 'El bar', que hoy presenta fuera de concurso en la Berlinale. La ha hecho porque, explica, le interesaba "arrojar a un grupo de seres humanos al interior de un espacio único y coreografiarlos". Para hacerlo no se anda por las ramas: pasados apenas cinco minutos de metraje, ya ha reunido a una decena de variopintos personajes en uno de esos establecimientos con máquina tragaperras y pinchos de tortilla de los que dejan charco de aceite. Para entonces ellos aún no lo saben, pero casi ninguna de esas personas volverá a pisar la calle.

El gusto por los repartos corales es algo que De La Iglesia ha dejado claro a lo largo de toda su carrera; por ejemplo y sin ir más lejos en 'Mi gran noche' (2015), su película inmediatamente anterior. Manejar numerosos personajes le permite colmar, confiesa, "cierta tendencia al exceso". Eso explica que en 'El bar', mientras convierte el lugar del título en zona catastrófica, el director bilbaíno vuelva a comportarse más o menos como un niño travieso dejado a su libre albedrío en el cuarto de los juguetes: todo cuanto busca es hacer ruido y romper cosas, sin pensar en el objetivo que tiene hacerlo ni dosificar fuerzas. Como consecuencia, ver la película, como sucede con todo lo excesivo, resulta extenuante.

LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA

Esa agresividad, en todo caso, no es algo gratuito sino que a De La Iglesia le sale de las entrañas. "Disfrazada de comedia, en 'El bar' hayuna visión muy negativa del mundo. Siempre me he definido como misántropo". El problema es que aquí los personajes son meras manifestaciones de esa misantropía y contemplar sus evoluciones darwinianas no despierta empatía alguna o nada que se le parezca. Hasta los personajes despreciables, es cierto, pueden resultar divertidos si se les da la oportunidad. Pero el guion coescrito entre De La Iglesia y Jorge Guerricaechevarría no tarda en abandonar el humor para centrarse en la lucha por la supervivencia. "Nunca llegamos a planteamos por qué estábamos escribiendo 'El bar', ni de qué iba la película, ni quién era el bueno y quién el malo”, señala el director. Y con ello explica muchas cosas.

Inevitablemente, a día de hoy una historia sobre personas obligadas a defenderse tanto de las autoridades como del prójimo para seguir vivas invita a ser interpretada en clave alegórica. "Con los tipos que hacemos cine pasa una cosa: que no nos atrevemos a afrontar las cosas directamente", confiesa De La Iglesia. "A mí un encontronazo con las cosas me asusta, así queutilizo las películas para hablar con lo que me rodea. No quiero decir, porque no es cierto, que la intención de mis películas es política", matiza. "Pero luego las veo y sí son políticas".

EL MIEDO DELATOR

'El bar', añade, es un reflejo de este mundo en el que vivimos "en el que sobrevive el que engaña mejor y el más manipulador. La gente noble y honesta no dura ni cinco minutos, y de valientes está el cementerio lleno". Tiene sentido, pues, que el 'tagline' de la película sea "el miedo nos muestra cómo somos", algo que según su director es particularmente relevante ahora que vivimos un tiempo más miedoso que ninguno otro. "Estamos absolutamente aterrorizados ante la realidad, y nos sentimos desamparados. Cuando yo era pequeño, la certidumbre religiosa al menos garantizaba cierta legitimidad en los comportamientos de la gente, pero eso ha desaparecido". ¿Y entonces, qué? "No tenemos más salida que la supervivencia. El sálvese quien pueda".

En pocas palabras, 'El bar', para bien y para mal, es una obra inconfundible de Álex De La Iglesia, un director que a lo largo de su carrera se ha mostrado obstinadamente fiel a sus métodos y obsesiones e impermeable al cambio. "La madurez no aporta nada", asume. "Lo mejor que he pensado lo pensé a los 18 años, y todos los pensadores coinciden en que el momento de mayor lucidez es la juventud. Con eso, ojo, no estoy tratando de considerarme un pensador. Como mucho me dedico a luchar contra la tontería".

Ruinas económicas y humanas

Presentada hoy a concurso en el certamen alemán, 'Colo' es el tipo de cine de autor que se presta a la parodia: una película portuguesa, muy larga, bastante lenta y tan depresiva que tras verla uno está tentado de buscar la azotea más alta. Sin embargo, sería injusto reducirla a un estereotipo. Mientras retrata la gradual desintegración de una familia a causa de los problemas económicos, la directora Teresa Villaverde no necesita ningún golpe de efecto dramático para hacernos sentir tan cercanos a sus personajes como si fueran nuestros parientes o vecinos. Al fin y al cabo, a ellos podría pasarles lo mismo.

El protagonista de 'Return to Montauk', la otra candidata al Oso de Oro presentada hoy, es en cambio un tipo absolutamente odioso y risible. Es una pena que, mientras le hace reencontrarse con un amor del pasado del que nunca fue capaz de olvidarse, el director Volker Schlöndorff no se dé ninguna cuenta de ello.