Cuando era niño John Banville (Wexford, 1946) tuvo un accidente y se vio obligado a escribir con la mano izquierda siendo él diestro. La obligación se volvió costumbre y las monjas, tozudas, le dieron leña (entonces las cosas funcionaban así) hasta convertirle de nuevo en diestro. Esta ambivalencia ambidextra es una de las explicaciones que el escritor irlandés da a su doble personalidad como escritor: como autor de novelas estilísticamente muy complejas, de esas con las que te acaban dando un Nobel, y como escritor de novela negra firmadas bajo el seudónimo de Benjamin Black.

"Siempre he tenido una fijación especial por los dobles y debe de ser por eso", apunta en Barcelona, en el festival Kosmopolis, aunque haya venido bajo la máscara de Black, su "gemelo idiota", y con la séptima entrega de las novelas protagonizadas por Quirke, el patólogo depresivo y alcohólico que las puebla.

"Quirke bebe, es verdad, y mucho -ironiza Banville, Premio Príncipe de Asturias- pero en Dublín difícilmente se le consideraría un alcohólico”. En 'Las sombras de Quirke' / 'Fins i tot els morts' (Alfaguara / Bromera), su creador tampoco le da tregua en lo relativo a la amargura y el dolor que arrastra por su pasado. "En esta novela inicia una relación con una psicoanalista y me gusta que no consiga ayudarle del todo porque en caso contrario acabaría siendo un personaje muy aburrido".

FEMINISMO Y NOVELA NEGRA

Y aunque se resiste a identificarse con su héroe encuentra ciertos paralelismos entre su hija pequeña, resolutiva y feminista, y Phoebe, la hija de Quirke. "Es el personaje que más me gusta y quizá algún día sustituya a Quirke en sus investigaciones. Cuando empecé a escribir la serie, hace más de una década, mi hija era entonces una niña y ahora tiene 20 años. Sorprendentemente, cada vez se parece más a Phoebe”.

No hay que tirarle demasiado de la lengua para que siga hablando de su hija, de la que está seguro no ha leído sus novelas: "A ella le interesa sobre todo el arte”. Y, hombre de otros tiempos, confiesa que debe tener mucho cuidado en sus expresiones sobre las mujeres porque si no tiene automáticamente a su hija encima, con el añadido de sus amigas. "Y está bien que sea así, me gusta esta nueva generación y cómo plantean sus discursos de género de una forma muy correcta. No como en los años 60, cuando el movimiento quedó restringido a la clase media y era muy occidental. Lo que no quiere decir que en la actualidad la igualdad se haya alcanzado en todo el mundo y en particular, en el mundo árabe”.

Y sin embargo, buena parte de la literatura policiaca actual gira alrededor del cuerpo violado o destrozado de las mujeres. "Es algo habitual en la literatura policiaca nórdica, creo que allí tienen un problema no resuelto", apostilla. "Hay algo profundo y oscuro en la búsqueda en la ficción de la violencia, de la que no tenemos una experiencia directa en nuestra vida cotidiana. Pero ese terreno puede ser peligroso y los escritores tenemos una parte de responsabilidad respecto a la forma en la que la presentamos".

CON LA CARA DE GABRIEL BYRNE

Banville / Black siempre imaginó a su héroe alto y rubio y así lo describió en sus libros, pero llegó la BBC y en su serie ‘Quirke’, que adapta la tres primeras novelas -una por capítulo- y le dio el rostro y la figura de Gabriel Byrne, excelente actor, pero moreno y no excesivamente alto. “Lo cierto es que al final no importa demasiado cómo lo describa el autor, luego llega el lector y le da otros rasgos. Pese a ese detalle, la serie me parece muy auténtica”.

Puesto en la tesitura de establecer las periodísticas equivalencias entre Irlanda y Cataluña, Banville, aunque prudente, no se muerde la lengua a la hora de hablar de procesos de independencia, algo que los irlandeses conocen bien: "No soy un experto político, no tengo idea sobre el tema. Lo único que conozco es mi experiencia, la de un país dividido. Y eso ha llevado hacia un desastre en Irlanda, una guerra de 35 años y miles de muertos sin ninguna justificación. Evidentemente, más allá de esto, no comentaré nada sobre el tema".