María Dolores Montero Abárzuza (Estella, Navarra, 1965) es para el mundo Mariló, nombre hipocorístico cuya pretensión no es otra que aportar amabilidad y cercanía al bautizo original. No está de más ese intento para una mujer --una buena moza, dirían en Estella-- que emite con su sola presencia señales de cierto distanciamiento, de "aquí estoy yo y ándate con ojo". Mariló transmite la sensación de ser dura de pelar, de saber perfectamente lo que quiere y de conocer su propia imagen --un tanto tiesa-- mejor que nadie.

En ocasiones, no obstante, la seguridad convencida invita a pisar fuerte, sin reparar que el zapato no se asienta sobre la piedra, sino encima del inestable barro. A esos errores ayudan la falta de prudencia y unas tablas adquiridas, además de los conocimientos asumidos, que dan lo que dan, pero nada más.

Mariló se las tuvo con Anne Igartiburu hace cuatro días y no salió bien parada porque echó por la calle del desprecio hacia su compañera en el programa La mañana de La 1, que dirige en TVE. La reconciliación dio para otro programa --en el plató de la ofendida-- y proporcionó combustible a las redes sociales. Cualquier avisado dudaría de la veracidad de la bronca y, naturalmente, de la sincera vuelta a la normalidad: las tácticas para llamar la atención y atraer a la audiencia, ahora que la economía es pura víscera, han sobrepasado con creces la raya del sentido común. Y en muchos casos, de la ética.

Esta semana, Mariló ha abundado en dar la nota, al manifestar desde su púlpito público, sin reflexionar, su tranquilidad porque los órganos del asesino de dos personas en El Salobral no van a dar vida a nadie. Ella no los querría porque no está científicamente comprobado que esa alma no estaría también en el órgano trasplantado. Cualquier becario de Teología hubiera bastado para aclararle que el alma ni es orgánica, ni reside en órgano alguno, pero no es esa la cuestión. Tampoco lo sería abrir un debate sobre dónde se encuentra el alma, en el caso de que estuviera o estuviese. El asunto radicaría en lo complejo que puede resultar maridar un programa de entretenimiento y alejado de la chabacanería. Un espacio al que tampoco le corresponde exhibir el ego hasta recurrir a pontificar y dar la nota, con opiniones personales, sobre temas que no vienen al caso.

Pero así es la ex de Carlos Herrera, muy capaz de equivocarse y puntualizarse en la misma mañana de La 1, por supuesto. Ha llovido desde los años 80, cuando emprendió su trayectoria lejos de Estella, en Costa Rica, donde estudió Magisterio. En 1989 trabajó con Jesús Hermida (RTVE) en A mi manera; pasó por Antena 3 Radio y Telemadrid, y fue redactora de los informativos de Telecinco; participó con Concha Velasco en Encantada de la vida, trabajó en Andalucía directo, en Sevilla, y en junio del 2009 regresó a TVE. Estuvo casada (1991-2011) con el periodista Carlos Herrera, con el que tuvo dos hijos. En su día manifestó que le hubiera gustado entrevistar a los terroristas que amenazaron de muerte a su entonces marido. Hoy, los rumores la sitúan muy próxima sentimentalmente a un responsable de la cadena donde trabaja.

Han quedado atrás en el tiempo la Estella carlista, la Lizarra aberzale y la ciudad monumental. Recuerdos nimbados del colegio de monjas, de sus amigas, de los títulos de Maja de Estella en 1984, Maja de España, de la discoteca Trovador.., Mariló ha encontrado su sitio, al parecer, bien respaldada, y la popularidad conquistada le concede oportunidades que lo mismo sirven para escribir un libro sobre ejercicios físicos que para rodar un anuncio sobre tinte de pelo. Incluso para dar pistas sobre el alma y su ubicación, ella seguirá a lo suyo y si tiene que rectificar, no tendrá problema alguno. A fin de cuentas, también los ministros viven del dinero público, se equivocan y no dicen ni mú.