En el nuevo disco de Leonard Cohen, ‘You want it darker’,abundan las referencias a partidas de cartas terminadas, botellas de vino apuradas, viejos seductores que ya dejaron de serlo y deseos de buenas noches. La mística tradicionalmente asociada al cantautor canadiense, llevada a un punto de no retorno, de recapitulación, a través de una voz más opaca si cabe, pero transmisora de una genuina emoción.

Es el 14º disco de estudio del autor de ‘Suzanne’ y ‘First we take Manhattan’, que ha salido a la venta este viernes y que invita a pensar en una carta de despedida. Punto este que queda abierto: Cohen, que el 21 de septiembre cumplió 82 años, ha publicado tres álbumes, uno cada dos años, desde el 2012, y no hay razón para pensar que el ciclo se haya terminado. Aunque es cierto que dejó de girar a finales del 2013, que no hay ‘tours’ a la vista y que días atrás declaró a ‘The New Yorker’ que estaba “preparado para morir”,si bien poco después, en rueda de prensa en Los Ángeles, corrigió sus palabras y aseguró proponerse “vivir para siempre”. Afirmación esta que, en el fondo, conecta con la primera: morir para perdurar a través del arte.

FUMANDO DE NUEVO

Y de eso, expresión artística, hay en turbadoras cantidades en ‘You want it darker’, aun sin modificar las formas de su obra de madurez: canciones reducidas a sus esbozos melódicos, alejadas del aparato instrumental robusto de su segunda era de éxito, en los 80 y 90 (aquel Cohen filo-pop de ‘I’m your man’ y ‘The future’), recuperando las esencias expresivas de sus primeros tiempos. Un disco breve, nueve canciones, 36 minutos, como solían durar los álbumes en los 70, antes del compacto. En la portada aparece fumando un cigarrillo, hábito que ha recuperado en los últimos tiempos, quizá porque a ciertas edades ya no corresponde preocuparse por nimiedades pulmonares.

‘You want it darker’ es el primer disco de Cohen producido por su hijo Adam, mientras que Patrick Leonard, cómplice en los dos anteriores, aparece como coautor de cuatro piezas (en otra figura Sharon Robinson). En las notas del disco, Cohen agradece a su hijo que tomara las riendas de la grabación después de sufrir una dolencia en la espalda que le llevó a grabar varias canciones sentado en una silla médica, de formas anatómicas.

COROS DE SINAGOGA

Abre el disco la canción que le da título, con coros de sinagoga propios de un réquiem, entre resonancias vagas de góspel, acogiendo la voz arrastrada de un Cohen que parece responder a la inminencia de la oscuridad. “Si eres tú quien reparte las cartas / déjame salir de este juego”, reclama, y añade: “Himeni (‘aquí estoy’, en hebreo),estoy listo, Señor”. Da paso a ‘Treaty’, una pieza sobre el amor perdido, en la que se confiesa “enfadado y cansado” y lanza un deseo: “ojalá hubiera un pacto entre tu amor y el mío”.

Los coros femeninos, suaves y envolventes, le acompañan en ‘On the level’ y en los “la, la, las” a lo ‘Dance me to the end of love’ de ‘Traveling light’, aquí acompañado de instrumentos orientales, violín, ‘bouzouki’ y mandolina, donde se despide de su “estrella caída” con aires nostálgicos, quizá con vistas a su querida isla de Hydra, en Grecia. Una pieza destacada, como ‘Leaving the table’, suave vals con guitarra country en la que insiste en que está “fuera de la partida” y parece hablar al mujeriego de otros tiempos. “No necesito un amante, aquella terrible bestia está domesticada, apaga la llama”.

La espiritualidad baña la espartana ‘It seemed the better way’ y conduce a otro punto álgido en ‘Steer your way’, pieza esta compuesta por Cohen enteramente. “Sigue tu camino más allá de las ruinas del altar y del centro comercial, de la fábula de la creación y de la caída”.Cuerdas celestiales apuntando a la estación final, ‘String reprise / Treaty’, que retoma la melodía de la vieja ‘Anthem’ rumbo a un encantado fundido, dotado de cierta belleza de cementerio. Todo dispuesto para que las canciones vivan para siempre.