Patricio Quiroz es exalumno y exprofesor del colegio Alonso Ercilla de Santiago de Chile, el centro marista en el que estudiaron la mayoría de las víctimas que ahora han denunciado haber sufrido abusos sexuales durante su escolarización. Jugó de central en la selección de fútbol del colegio y, años después, cuando ya era profesor de educación física, pasó a entrenarla. Uno de los chicos a los que entrenó cuenta de Quiroz que más de una vez "se había peleado contra dos y tres jugadores del equipo rival". Posiblemente ese carácter que le recuerdan en el equipo de fútbol fue la que le terminó costando el trabajo en los Maristas. Unos amigos le habían contado qué hacía con los niños el hermano Abel Pérez durante una cena de exalumnos, y él, entonces compañero de claustro de este hermano sobre el que ahora pesan una veintena de denuncias por abusos sexuales cometidos entre 1970 y 2010, se enfrentó con el pederasta.

-¿Cuándo supo quién era en realidad Abel Pérez? En 1991. En la cena de nuestro décimo aniversario de graduación. Eran casi las dos de la madrugada. Habíamos bebido y estábamos bromeando. Uno que estaba sentado frente a mí levantó la mano y dijo que quería "contar algo". Lo que explicó fue que hubo un hermano que había abusado de él en el colegio, que le había obligado a practicarle sexo oral.

-¿Cómo reaccionaron? De entrada pensábamos que estaba de coña. Él se quedó callado. Pero a los pocos segundos otro de los compañeros le preguntó directamente si ese hermano era Abel Pérez. Él respondió que sí y el otro dijo: "A mí me hizo lo mismo". Desde la esquina de la mesa habló un tercer compañero: "A mí también". A todos se nos pasó de golpe la borrachera.

-¿Entonces ya era profesor? Sí. Me pasé muchos meses con esa información en la cabeza pensando qué hacer. Pregunté por el hermano Abel Pérez en el colegio porque en esa época estaba en otro colegio. Cinco años más tarde, en 1996, Abel Pérez volvió al Alonso Ercilla.

-¿Y se encontró con él? Sí. En octubre de ese año, yo estaba esperando a que salieran algunos de mis jugadores porque era día de partido. Sentado en un banco vi salir a Abel Pérez con un crío rubio con ojos azules de la mano. Se lo llevaba a la capilla para "enseñarle a rezar".

-¿Hizo usted algo? Me acerqué y le dije que yo era compañero de curso de cuatro de sus víctimas, que sabía lo que él hacía con los niños y que este niño no se iba con él a la capilla. Cogí al crío del brazo y lo mandé de vuelta a la clase.

-¿Abel Pérez respondió? Me miró, perplejo, rabioso. Me avisó de que "esto no iba a quedar así".

-¿No quedó así? Un mes después, el director del colegio, Gregorio Pastor, me llamó a su despacho y me dijo que mi contrato finalizaba.

-¿Le dijo por qué? De entrada, me contó que era por quejas de los alumnos. Pero acabó admitiendo que era por el enfrentamiento que tuve con Abel Pérez. Haciendo el gesto con la mano de cerrar la boca con una cremallera, me dijo que yo no tenía "compromiso con el colegio".

-¿Y le echaron? Sí. Lo siguiente que supe de los Maristas ya fue en el 2012, cuando me llamaron porque Mariano Varona [portavoz de la organización religiosa en Chile] quería hablar conmigo. Fui a reunirme con él. Me explicó que en el 2010 unos padres habían acudido porque su hijo estaba atravesando una depresión mayor a causa de los abusos de Abel Pérez y quería conocer mi versión de esta historia. Esta víctima trató de suicidares dos veces y eso, me contó Varona, les hizo reaccionar. Entonces fue cuando sacaron al hermano Abel del colegio de La Pintana y cesó su contacto con los menores. Pero no lo denunciaron.