En las últimas semanas ha compaginado los sobresalientes en latín con los porrazos de la policía. "Nunca pensé que sería un chico conflictivo", admite Lucas Pérez, de 17 años, estudiante de primero de bachillerato en el instituto Lluís Vives de Valencia. "Solo defendía la educación pública", recalca. Lleva su nueva situación con una sonrisa, con un optimismo desbordante. La misma fuerza que llevó a los 30 primeros alumnos de secundaria del centro a cortar el tráfico en la ciudad como queja por los recortes en educación. Él estaba entre ellos. Lo cuenta con una mochila al hombro desde la zona cero, donde empezaron las espontáneas protestas estudiantiles que han dado la vuelta al mundo.

En tiempos en que el pesimismo y el desencanto son contagiosos, Lucas representa a esos adolescentes que mantienen intactos sus sueños, que creen que pueden cambiarlo todo. "Podemos conseguir grandes cosas porque somos muchos. En Valencia hemos despertado y hemos asustado a los políticos", explica. Y cree que ahora ya no deben abandonar las calles hasta que les hagan caso. "Los recortes en colegios e institutos son una vergüenza. Si no estudias, no tienes nada. Y eso, poco a poco, nos lo están quitando", denuncia.

Lucas, hijo único de una madre soltera que trabaja como auxiliar de enfermería, ve un "futuro negro" para su generación. Cree que "posiblemente" deba marcharse a trabajar al extranjero, pero se resiste a aceptarlo. Dice que es "un notable" estudiante y quiere dedicarse al periodismo, una de las profesiones con mayor tasa de paro. "Es lo que me gusta", admite. No le preocupa encontrarse con todas las puertas cerradas tras finalizar los estudios. "Siempre he pensado que si tienes talento o eres diferente, encuentras trabajo más fácilmente", asegura este joven estudiante.

Los efectos de la 'primavera valenciana'

De momento, no ha tenido mucha suerte en el mundo laboral. "Envié 300 currículos hinchando mi experiencia para poder trabajar de cualquier cosa y nadie me ha llamado", reconoce. Pero ni así pierde la sonrisa, ni se desanima ante la situación hasta el momento adversa. "Voy a seguir intentándolo". Por ahora se saca algún dinero extra los fines de semana como relaciones públicas en una discoteca. Los estudios universitarios quiere hacerlos fuera. "¿Pero cómo voy a pagar 300 euros por una habitación en Valencia o 500 en Madrid si no encuentro trabajo?", se pregunta.

Con la cabeza llena de sueños, Lucas intenta conseguir estos días una buena nota media para su expediente académico, aunque admite que está "muerto de cansancio". La primavera valenciana le ha quitado mucho tiempo. "No es fácil ir a clase por la mañana, correr delante de la policía por la tarde y estudiar por la noche", cuenta. Hasta ha dado una entrevista para una televisión rusa. Y todo ello en plenos exámenes. "No puedo dejar de estudiar si precisamente protestamos para que no empeore la educación. La educación es nuestro futuro", insiste.